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21 noviembre 2008

La familia de José Luis devuelve las coronas funerarias que envió TUSSAM



Ayer se vivió un momento desagradable en las instalaciones de TUSSAM. Fue un instante de esos de los que no se te olvidan en mucho tiempo, que te marcan y no te dejan obviar que, a fin de cuentas, eres un simple humano; un ser que tiene los días contados de antemano.
Al filo del mediodía, una furgoneta lúgubre aparcó justo a la entrada de las instalaciones atestada de coronas funerarias. Era la familia de José Luis, el conductor que decidió quitarse la vida el pasado martes.
Venían a agradecer el apoyo incontestable de sus compañeros de trabajo. Pero venían también a algo más, algo que mostrase el desprecio de una familia entera y dolida en las entrañas hacia unos directivos gélidos, insensibles ante el drama humano por el que José Luis caminó los últimos días de su vida.
En silencio, sin hacer apenas ruído, fueron depositando todas y cada una de las coronas que acompañaron a José Luis durante su viaje final en la entrada de la reja metálica que rodea el recinto.
Luego permanecieron allí durante un rato, honrando su memoria, sin pronunciar palabra y rodeados por el llanto incosolable de quienes lo quisieron.
Transcurridos los minutos, las horas, los siglos, quién sabe, la familia recogió las coronas y abandonó el lugar por el mismo camino y en el mismo silencio de abismo en el que llegaron, para llevarlas al trozo de tierra donde descansan sus restos.
Pero no las recogieron todas. Allí, prendidas de su celda cuadriculada de metal plateado, quedaron tres, sólas y abandonadas a su inminente suerte de contenedor de basuras cercano.
Eran las que le había enviado la empresa en una suerte de maniobra protocolaria y rutinaria.
Ésas no tomaron el camino de regreso para acompañar a los restos de José Luis en el cementerio de El Real de la Jara. Ésas no las quería José Luís allí consigo, en su siesta más larga.
Una vez más, descansa en paz, compañero.
Os voy a hacer una confesión final. Escribo para transformar la realidad, pero duele. No sabéis cómo duele.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tremendo. Hablamos de esto en la Facultad, pero me ha dejado k.o. tu final. Claro que duele. Y cómo.

Abrazos.

Gregorio Verdugo dijo...

Gracias dediego.