En
las primarias del PSOE para elegir secretario general que se celebran hoy el
partido que se juega es el mismo de siempre. No existen diferencias y es algo a
lo que los militantes socialistas nos tienen ya bastante acostumbrados. Lo que
se dirime hoy no es más que quién se adueña de los engranajes del poder y lo
único que va a determinar el designio de la mayoría de los votos es el
permanecer o la aspiración a ocupar el sillón y el cargo.
Entre
los dos aspirantes con mayores posibilidades no existen rasgos diferenciadores
más allá de los físicos; como la complexión y la estatura. Tanto Pedro Sánchez
como Eduardo Madina se postulan con las mismas propuestas, casi se diría que se
las ha escrito la misma persona.
Ambos
inciden hasta la saciedad en no repetir los mismos errores que en el Congreso
de Sevilla, que se cerró en falso, sabedores que es justamente lo que va a
ocurrir. Y los dos prometen integración y unidad como medicina mágica para
evitarlo, todo un clásico que jamás se ha contrastado como un efectivo cauterizador
de heridas.
Ambos
esgrimen “el tiempo nuevo” que abre el proceso para el partido. En realidad son
conscientes de que es un tiempo nuevo que ya es viejo y gastado de tanto
usarlo, como el amor en aquella canción.
Si
nos paramos a analizar sus propuestas, son idénticas, gemelas. Defensa
numantina del modelo federal que propone la cúpula del partido, de un Estado
laico que ellos mismos se han encargado de impedir desde que se instauró la
democracia en este país y derogar la ley del aborto de Gallardón y la reforma
laboral de Rajoy.
Ni
una palabra, o eufemismos ambiguos, para definir el modelo de Estado que
prefieren, de lo que se deduce que no están dispuestos a cambiar el actual y ni
siquiera consultar a la ciudadanía al respecto. Tampoco se han pronunciado
sobre los cambios noctámbulos de la Constitución de los que fueron partícipes
ni sobre el escandaloso aforamiento del ex rey y su cohorte. Las medidas
económicas se reducen a frases hechas envueltas en el celofán del ya
tradicional calambur que las hace indescifrables: “pacto de rentas”, “salida
simétrica de la crisis” y demás.
En
lo relativo al modelo de partido más de lo mismo. Modelo ascensor, de abajo a
arriba. Ninguna propuesta para combatir el cáncer del clientelismo con el que
se fabrican las listas en la agrupaciones ni para erradicar esa práctica tan
asidua entre los socialistas de pagar los favores a base de cargos con sueldos
nada desdeñables y que en gran parte es la culpable de la patética situación
del partido ante los tribunales.
Sánchez
y Madina también apuestan por instaurar la limitación de mandatos de los
dirigentes políticos, algo para lo que sólo basta con la propia voluntad. Y así
hasta el infinito y más allá. Lejos de hacer caso a las acusaciones mutuas de
ser el candidato del aparato, está claro que los militantes que ejerzan su
derecho a voto hoy sólo van a tener dos opciones reales: decidir entre aparato
o aparato.
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