Sayed
Hossein Kazemeyni Boroujerdi es un clérigo iraní que está encarcelado en la
prisión de Evin de Teherán. Cumple una
condena de 11 años por haber propugnado la separación entre la religión y el
Estado. En estos últimos días su salud ha empeorado y necesita recibir con
urgencia tratamiento médico.
Boroujerdi padece varias enfermedades, como diabetes, asma, enfermedad de Parkinson, problemas de corazón y de riñón y fuertes dolores en las piernas y la cintura. Además se ha quedado también parcialmente ciego de uno de los ojos. Sus dolencias parecen haber empeorado, y sufre frecuentes colapsos. No se le proporciona el tratamiento médico que necesita, pese a que los facultativos de la prisión dijeron en febrero de 2014 que tenía que ser hospitalizado fuera de allí. Durante los ocho años que lleva encarcelado ha ingresado en un hospital tres veces.
En la actualidad se halla recluido en el ala para clérigos de la prisión de Evin. Lo han presionado para hacerle redactar y firmar "confesiones". Los funcionarios de la prisión le han dicho al menos una vez, en octubre de 2013, que si no escribe una carta abjurando de sus creencias no lo dejarán jamás en libertad.
Los guardias irrumpieron el 15 de marzo pasado en su celda y destruyeron sus pertenencias. Lo hicieron durante el horario de visitas, cuando estaba con su familia. También se ha hostigado a miembros de su familia, incluso durante una visita a la prisión, en la que los sometieron a registros corporales invasivos. En septiembre de 2013,el Tribunal Especial para el Clero citó a su esposa, Akram Vali Dousti, para interrogarla.
Sayed Hossein Kazemeyni Boroujerdi fue detenido el 8 de octubre de 2006 y acusado formalmente de unos 30 delitos, entre ellos "hacer la guerra a Dios" (moharebeh); cometer actos contra la seguridad nacional, declarar ilegal públicamente el principio de liderazgo político del clero, tener vínculos con antirrevolucionarios y espías y utilizar el término de "dictadura religiosa" en vez de "República Islámica" en discursos públicos y entrevistas de radio.
Fue
condenado a 11 años de prisión el 13 de agosto de 2007 y expulsado del clero.
Se le prohibio vestir su hábito y, por consiguiente, desempeñar sus funciones
clericales, además de confiscarle su casa y todas sus pertenencias. Su familia
le había buscado abogados, pero el Tribunal Especial para el Clero no les
permitió defenderlo, alegando que sólo podían hacerlo clérigos designados por
la Magistratura.
En
mayo de 2013 lo sacaron del ala para clérigos de la prisión de Evin y lo
recluyeron durante algún tiempo en régimen de aislamiento por haber escrito una
carta abierta al pueblo iraní animándole a boicotear las elecciones
presidenciales del país de ese mismo año. Eso fue lo que llevó a las
autoridades a imponerle el régimen de aislamiento como medida punitiva.
Los
funcionarios judiciales y de prisión que lo custodian incumplen de manera
habitual la propia normativa penitenciaria de Irán. El artículo 229 del
Reglamento Penitenciario iraní estipula que el preso con una enfermedad grave
que no pueda tratarse dentro de la prisión o cuyo estado empeore si continúa en
ella, ha de ser puesto en libertad por las autoridades penitenciarias, que le
concederán un permiso médico de un mes, prorrogable si lo recomienda un médico
y el director de la prisión está de acuerdo. Sin embargo, las reiteradas
solicitudes presentadas por Hussein Kazemeyni Boroujerdi para que le concedan
un permiso médico se han rechazado. Además, las condiciones de reclusión son
malas en Irán, lo que agrava los problemas médicos ya existentes.
Amnistía
Internacional ha documentado otros casos de presos de Irán a los se ha negado
de manera habitual el acceso a los debidos servicios médicos, entre ellos los
del bloguero Hossein Ronaghi Maleki, cuyo médico dijo que tenía una infección
de riñón —en el único que le quedaba—, así como una dolencia llamada
hidronefrosis, en la que el riñón se tensa y se hincha por la acumulación de
orina. Otro caso similar es el del bloguero Mohammad Reza Pourshajari,
que ha sufrido dos ataques cardíacos en la prisión y tiene obstruidas las
arterias, y Bahareh Hedayat, que tiene problemas de salud reproductiva,
según su esposo, Amin Ahmadian.
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