El día en
que se iba casar y acudió al Registro Civil a recoger su certificado de
nacimiento, Alfonso Cárdenas, sevillano de 48 años, se llevó la sorpresa de su
vida al descubrir que sus padres eran adoptivos. “Siempre he sospechado algo
por la edad de ellos, pero no me habían contado nunca nada”. Poco tiempo
después, la casualidad le hizo deducir que podría ser un niño robado.
A raíz de
esa revelación comenzó una investigación que todavía perdura y en la que
descubrió una serie de anomalías. En su partida literal de nacimiento figura
que es adoptado y que lo dejaron en una casa cuna. “Si me entregaron ahí, lo
normal sería que figurase con un apellido de expósito, no ya con los de mis
padres adoptivos”. También descubrió incoherencias en las fechas, en las
entregas y en el horario de entrada.
“Se supone
que una vez que entras en una casa cuna, antes de ser adoptado, tienes que estar
seis meses para la adopción menos plena —sostiene—, pero a mis padres les
mandaron en la misma carta la plena y la menos plena”.
El hecho
que acabó por revelarle que era un bebé robado fue una carta que encontró en
una caja fuerte de su casa. Iba dirigida a su padre adoptivo, a la dirección en
que vivían entonces, la calle Castilla de Triana.
“Contenta por haberos podido complacer en vuestra petición,
os mando el documento que necesitáis. Podéis estar completamente tranquilos, no
tenéis nada que temer; el pasado, gracias a Dios, ha quedado atrás y murió sin
dejar huellas desagradables que os hagan estar intranquilos por nada y podéis
sacar toda clase de documentos que hagan falta, así podéis dormir tranquilos
sobre este particular”.
“Después de
leerla e ir encadenando todo esto, pienso que antes de que me metieran en la
casa cuna todo esto se estaba preparando y fraguando”, explica Cárdenas, que
ahora busca desesperado a su familia biológica, “a mi padre, a mi madre y a mis
hermanos, si los tuviera”.
Lee el
reportaje completo en “Los
hijos del silencio”, en sevilla report.
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