Consenso según me convenga. Ésta es la postura hipócrita que
ha elegido el PSOE-A para eludir el compromiso de reformar la Ley Electoral de
Andalucía, suscrito
en su día con IU con tal de no perder la Junta. La impostura no
puede ser más descarada. Es lo que tienen los regímenes perpetuados en el
tiempo, una incapacidad manifiesta para el cambio.
El secretario de Organización socialista, Juan Cornejo, lo
dejó ayer bastante claro: no apoyarán una reforma “sin
un consenso amplio”. Entiéndase sin el sí del Partido Popular. Ellos saben de
sobras que el “acuerdo máximo” en el cambio de las reglas de juego para
hacerlas más justas y representativas no tiene viabilidad alguna. Poco importa
que en la calle su exigencia sea un clamor popular. Y en lo referente al
acuerdo de gobierno, se puede considerar papel mojado en función de que a ellos
les interese o no.
En el PSOE-A saben que los populares se han opuesto a las dos
reformas efectuadas a dicha Ley desde 2005. Incluso las recurrieron ante el
Tribunal Constitucional con dispar fortuna. La primera, que obligaba a que las
listas fueran tipo cremallera —presencia alterna de hombres y mujeres en la
candidatura—, la perdieron ese mismo año y la segunda, que establecía la incompatibilidad
entre los cargos de diputado y alcalde o presidente de diputación, está en
suspenso desde 2012.
La jugada de los socialistas tiene su intríngulis, porque
pone la pelota en el tejado de Izquierda Unida ahora que llega el trámite de
aprobar los presupuestos de 2014. Van a jugar a aparcar el proyecto “para otro
momento a lo largo de la legislatura”, en palabras de Susana Díaz. O lo que es
lo mismo, nunca. Porque el Partido Popular jamás apoyará una Ley que le prive
de los privilegios que ahora mismo le otorga la vigente. Y el PSOE tampoco. No
digo que no vayan a constituir la comisión de trabajo acordada para su estudio:
el tiempo hay que dejarlo correr de alguna forma. Pero será igual de inútil que
la de investigación de los ERE. Izquierda Unida se quedará sola y ninguneada de
nuevo.
Lo que no se entiende es la inanición ante el atropello
descarado de uno de sus emblemas electorales. La federación de izquierdas hizo
bandera de esa reivindicación ante la exigencia de los movimientos sociales y
la sociedad civil ,en un intento de abanderar las protestas que en su día
abarrotaron las calles. Además, la idea ha calado hondo entre sus bases. Ahora
el caramelo prometido parece ser presa de un artilugio de magia que lo ha hecho
desaparecer. Insólito.
Sólo falta saber si el apego al sillón no provocará —como
otras veces— que Izquierda Unida trague y mire para otro lado restándole
importancia. Que no plante cara al despropósito dado que mantiene al gobierno
actual. Justo ahora que la previsión de las encuestas hace que a su formación
no le convenga tanto como antes la modificación de dicha Ley. Otro ridículo
como el de la Comisión de Investigación de los ERE en su día sería ya demasiado
tragar. O no.
Claro que, a veces, las cacicadas de los conservadores son más
útiles de lo que muchos se piensan. Incluso para la izquierda.
Artículo publicado en sevilla
report.
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