Nos
escandalizamos cuando ya la hemorragia no hay quien la detenga. Es lo habitual
en una ciudadanía adormecida: ponemos el grito en el cielo cuando éste ya se ha
desplomado sobre nuestras cabezas. Mientras tanto, nos gusta mirar para otro
lado, como si la canción no fuera con nosotros, absurdos desconocedores de que
somos integrantes de la orquesta. Es más, somos la parte más esencial, sin la
cual no hay posibilidad de música alguna.
Ocurre
con cada escándalo que se destapa con el uso indebido del dinero público, ése
que tanto trabajo nos cuesta pagar. Pero a poco que miremos a nuestro alrededor
nos daremos cuenta de que hemos sido estúpidos al no hacer caso a tanto indicio
que bosquejaba a lo que estaba pasando. La explosión de la “operación
madeja” en Sevilla es un buen ejemplo de ello. Ahora todos nos tiramos
de los pelos de la cabeza, pero la cosa viene de largo y hemos gozado de
multitud de oportunidades para percatarnos.
Fitonovo
es una empresa que año tras año ha venido gozando de innumerables contratos
millonarios pagados con dinero de las arcas públicas y sobre la que no se ha
ejercido en ningún momento el férreo control que cabe exigírsele a una
administración. Y las ha habido de todos los colores. Empleos mal pagados y
casi en condiciones precarias, vulnerando incluso lo establecido en los pliegos
de condiciones que regían su contrato, sin que nadie del poder local se
preocupase por verificar si se estaba cumpliendo lo legalmente pactado.
Cuando
alguien desprecia de manera sistemática los derechos de los trabajadores, cuando
cualquiera de los empleados que pretenda organizarse y defender sus
intereses es apartado, amenazado o incluso despedido, es de necios esperar
decencia. Y si esos empleados han acudido a las administraciones públicas a
denunciar el estado de cosas y se les ha ignorado ¿podemos esperar algo diferente
entonces?
Durante
mucho tiempo se han producido esas denuncias sin que ninguno hayamos querido
escucharlas. Han sido como gritos inútiles en el desierto. Entonces ¿qué
pretendemos obtener de semejante estado de impunidad? Si a ello se le suma la
ancestral indiferencia de quien tiene la obligación de velar por el interés
general por encima de las demás cosas, está más que claro que estamos
abocados a soportar este tipo de conductas que luego tanto nos irritan.
Porque
las administraciones que ha creado esta democracia son bastante permeables a
este tipo de comportamientos, cuando no beneficiarias de forma directa. El
dinero que se le da al dirigente político es solo la punta del iceberg de la
cadena de favores que lo precede. Tanto silencio sólo es comprensible de esa
manera. ¿Alguien me puede asegurar que nadie de los que trabajan en el Ayuntamiento
de Sevilla sabía nada de esto? No me lo creo, así no funciona la cosa.
Algo
me dice que este tinglado está articulado de manera muy parecida a lo que
describe el célebre pasaje de las uvas de El Lazarillo de Tormes. Lázaro,
engañado me has. Sólo que aquí el que coge menos ve y calla, porque en ello
está el precio de su silencio. En la administración pública la firma tiene
poder y quien designa con el dedo más todavía. Cuando todo se junta con una
falta de transparencia absoluta, el descontrol puede llegar a ser total.
En sevilla
report nos olimos este caso mientras
realizábamos este reportaje sobre la poda de árboles en la ciudad. Así
lo contamos, e incluso el Ayuntamiento tenía noticias de ello por la
insistencia de nuestras pesquisas y el contraste de las informaciones que
recibíamos de nuestras fuentes. Lo negaron todo como si nada.
Entonces
todavía no había saltado la bola de fuego del escándalo y además no somos más
que un medio pequeño alimentado por tres periodistas a rebosar de ilusión.
Todavía estábamos mirando para el otro lado, como si el son de la orquesta no
fuera con nosotros, ignorantes de que éramos los que pagábamos la fiesta. Y
Lázaro nos engañó, como no podía ser de otra manera.
2 comentarios:
Un gran artículo que sabe transmitir la cruda realidad...
Buen Verano!
Gracias Mark, lo mismo te digo.
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