Que los sevillanos nos mareamos contemplándonos el ombligo
es algo que ya se puede calificar sin lugar a dudas como milenario. Y debe ser
contagioso, porque a poco que eches un vistazo a lo largo y ancho de todo el
país la cosa no difiere demasiado.
La Encuesta
de Población Activa (EPA) que se ha hecho pública hoy es tan contundente
como dramática. España rozando los seis millones de parados, casi dos millones
de familias con todos sus miembros en paro. Andalucía, para no ser menos, es la
comunidad que lidera el terrorífico ranking con 1,5
millones de desempleados y una tasa de 10 puntos por encima de la media
nacional.
Sevilla, donde tenemos de manera permanente la vista un poco
más abajo del estómago, alcanza ya los 302.500
parados con una tasa del 32,56%. Casi cuatro de cada diez sevillanos no
tiene empleo y, lo que es peor, casi ni futuro.
A esto se le ha de sumar el denigrante espectáculo de
nuestros políticos echándose unos a otros las culpas de tan espeluznante
sangría y sin atreverse a coger el toro por los cuernos, mientras la población
se hunde en la desilusión y una apatía letal.
Y ante esa realidad tan apabullante y demoledora aquí nadie hace
nada, nadie mueve un solo dedo y esto sigue sin explotar todavía. La ciudadanía
se pudre en debates tan innecesarios como inútiles como el del uso
de la imagen de la Macarena en la portada de una revista satírica y sacando
14 pasos se la semana santa en un vía
crucis que recorrerá toda Sevilla como única solución.
Como si estuviéramos en estado catatónico, vamos. Para
llorar.
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