A Zoido le ha pasado como a las películas de los cines de
verano de mi infancia, que armaban mucho revuelo cuando sacaban a relucir
aquellas llamativas carteleras dibujadas a todo color que ocupaban toda la
fachada y, al concluir la sesión, siempre salías con la misma cara de desencanto.
Con lo de la final de la Davis, Zoido quiso dar su primer
golpe de efecto como recién estrenado regidor de la ciudad. Traer un gran
evento a la urbe donde casi nunca pasa nada iba a suponer traspasar las puertas
del olvido y hacer patente una marca consistente en siete letras que con sólo
exponerla ya sería capaz de deslumbrar al mundo.
A pesar de las advertencias que en su momento hizo el
consejero de Comercio, Turismo y Deporte de la Junta de Andalucía, Luciano
Alonso, sobre "las
condiciones leoninas" que la Federación Española de Tenis había impuesto al
Ayuntamiento sevillano para que tuviera lugar la celebración de la final, Zoido
hizo de capa escudo y decidió tirar para adelante, convencido de que el evento de
por sí ya supondría un pingüe ingreso en las depauperadas arcas de una ciudad
masacrada por la crisis.
Todo el PP estaba convencido que el balance del
acontecimiento al finalizar el mismo sería de amplio superávit. Y así lo
defendió en su día con contundencia la concejal de Cultura, Educación, Juventud
y Deportes del Ayuntamiento de Sevilla, María del Mar Sánchez Estrella, que defendió
a capa y espada su rentabilidad, aunque fuera basándola en cosas tan poco tangibles
como “el público
cosechado, los patrocinios y la proyección exterior de la ciudad”.
Hoy
nos hemos desayunado con la sorpresa de que el capricho del Alcalde le ha
costado a la ciudad casi
un millón de euros y que la culpa del derrumbamiento económico del tinglado
la tienen, cómo no, la Junta de Andalucía y la Diputación de Sevilla, por no
contribuir con más dinero público al esperpento.
Para
más inri, Tussam, una empresa municipal con
una situación económica desastrosa e imbuida en un plan de viabilidad que llevó
a rebajar el salario de sus trabajadores en un 5%, apoquinó
la nada desdeñable cifra de 64.000 euros como contribución indispensable al
derroche. Una decisión de una idoneidad incuestionable.
Cuando
más adelante, a medida que se vayan acercando las navidades, den la buena nueva
a los trabajadores de la empresa municipal de transportes de que van a tener
que ver recortada, si no desintegrada por completo, la paga extraordinaria de
pascuas, no me extrañaría nada que tiraran del tan manoseado estribillo de Joaquín
Sabina con tal de seguir vendiendo humo.
Porque
está claro que con la que está cayendo y visto lo visto ahora toca, como en el
cine de verano de mi lejana infancia, una de romanos.
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