Al filo de las cinco de la tarde, la entrada y el salón del hotel Ayre Sevilla semejaba un coso rebosante de expectación ante la inminente llegada de Alfredo Pérez Rubalcaba, ese veterano esprínter, como a él mismo le gusta denominarse, que ha iniciado el hectómetro que con el que aspira alcanzar la secretaría general del PSOE.
Un poco más tarde de la hora prevista, Rubalcaba entró en el salón abarrotado donde se celebraba el acto como viene siendo habitual en los últimos cónclaves de los socialistas, desde detrás del público. Atravesó el pasillo flanqueado de militantes repartiendo besos y apretones de mano, pero con un punto menos efusivo que en ocasiones anteriores, cuando se jugaba la presidencia del gobierno del país.
Arrancó en un tono algo sobrio, “carente de adornos innecesarios” según sus palabras, e intentó meterse al auditorio en el bolsillo con una alusión a sus orígenes políticos en aquel partido socialista “de los dos sevillanos”, el que propició el “pacto del Betis” con los socialistas de Euskadi que dio origen al PSOE moderno que hoy conocemos.
En el preámbulo de un discurso sereno, con recurrentes reclamos al sentido del humor y a la vez ácido en ocasiones, como si quisiera exculparse del duro castigo recibido en las urnas, asumió como tanto el documento presentado por un grupo de alcaldes, porque si de lo que se trata es de recuperar la credibilidad “hemos de hacerlo desde el cuerpo a cuerpo de los ayuntamientos”, y otro elaborado por un grupo de mujeres en defensa de la igualdad, porque la igualdad se practica todos los días y “cada militante socialista tiene que ser un activista por la igualdad de género”. Invitó a los asistentes a la lectura en profundidad de ambos, porque son “una excelente base de trabajo de lo que los socialistas hemos hecho en España” y porque “éste es un partido que escribe más que lo que lee”.
Se refirió a la necesidad de abrir el partido a los ciudadanos, “pero sin olvidarnos de los militantes”, a quienes hizo reiteradas alusiones sobre el gran trabajo realizado durante la última campaña electoral.
Su énfasis en los mensajes en clave interna pone de manifiesto que sabe con quién se está jugando los cuartos. Son ellos quienes van a elegir al nuevo secretario general, por ello apostó por “un partido de sujetos políticos activos” a quienes hay que decirles que “se acabó esa cosa de voto y me marcho, voy a la asamblea y no vuelvo”. Para expresar después su preocupación, en clara alusión a las propuestas de Carme Chacón, por el hecho de que el candidato sea elegido por cuanta más gente mejor, porque en esto hay “mucha propuesta alegre” y “conviene “bajar de los eslóganes a la realidad”, que es bastante más difícil.
Cuando se refirió al congreso que se avecina, Rubalcaba lo definió como “la primera estación para salir de los momentos difíciles que estamos viviendo, pero no la última”. Lo concibe como una herramienta extraordinaria para “recuperar la confianza de la gente que nos abandonó” y volvió a utilizar el mantra de que la causa de la derrota electoral ha sido la crisis, porque lo que los ciudadanos decidieron es que “intentaran otros la salida de la crisis económica”. En aportar salidas útiles a este grave problema “nos estamos jugando el futuro del partido socialista”.
También dijo que el congreso ha de servir para afrontar con garantías las inminentes elecciones andaluzas, donde se dilucidará sobre “los dos modelos” de salida de la crisis; “crecer al mismo tiempo que ajustar” frente al recorte de la derecha y los dos modelos de liderazgo; la “solvencia” de Griñán frente a la “inconsistencia” de Arenas.
Defendió un debate abierto de las ideas, porque “no se puede arreglar el problema de la socialdemocracia en un mes” y defendió que el partido socialista es “un gran instrumento de la arquitectura democrática española”, porque es la única opción de la izquierda progresista de gobernar el país.
En lo relativo al modelo de partido, esbozó las tres características que definen al que defiende: un partido de mayorías, que englobe las aspiraciones de las clases medias, un partido intergeneracional, que no se deje atrás a los mayores, y un partido con la capacidad de habla con la misma voz en todas las comunidades autónomas, porque “nos ha faltado cohesión interna en los grandes temas”.
Rubalcaba finalizó su alocución con una loa al optimismo, “porque el pesimismo no construye nada” y llamó a los militantes al tiempo nuevo de “reflexión con acción”, porque “los valores que defendemos siguen siendo los valores mayoritarios de los españoles”. El acto finalizó con un debate a puerta cerrada con los asistentes.
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