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11 noviembre 2010

Monteseirín y los críos

Dicen que los niños siempre son el mejor remedio, las criaturitas desde su inocencia legendaria son capaces de aguantarlo todo sin apenas rechistar. Quizá por esa aseveración, que forma parte de las leyendas más ancestrales de la humanidad, a Monteseirín no se le ha ocurrido otra cosa que irles a los niños, los muy pobrecitos míos, con la monserga de la bonanza de sus planes de movilidad, esos mismos que tienen cabeza arriba a la ciudad y no acaban de contentar a nadie. Debe ser que su credibilidad ha caído ya a un nivel tan bajo que nadie pierde un minuto por escuchar las naderías que emergen de su boca.

A tenor de “los acontecimientos consuetudinarios que acontecen en la rúe”, todo parece indicar que el futuro heredero del sillón consistorial va a recibir como premio una ciudad apuntalada por las obras que se eternizan, rota por la polémica y con las arcas del ayuntamiento más vacías que el estómago de Carpanta un lunes por la mañana.

La sensación de ruina es tan apabullante que trabajar para el Ayuntamiento en estos tiempos, más que una garantía de estabilidad, se está convirtiendo en un suplicio que consigue que cada trabajador municipal tenga que hacer un esfuerzo extra de motivación cada mañana para encontrar una razón válida para acudir a supuesto de trabajo con optimismo.

Ayer mismo tuvo que salir el gerente de Tussam, Arizaga el formidable, en las ondas de la Cadena Ser a desmentir que la empresa volviese a tener problemas con el pago de las nóminas. Según sus palabras, el retraso en el cobro se debió a algún tipo de desajuste bancario ajeno por completo a la voluntad de la compañía. Sin embargo, es de todos conocido que a la dirección de Tussam ya le es ajeno casi todo, incluida la propia existencia de la empresa, y que el susodicho retraso ha vuelto a ser provocado por la sempiterna falta de liquidez y que ahoga cada vez más a la plantilla y a los acreedores.

Hoy se ha sumado a la larga lista de catástrofes municipales Giralda TV, la televisión municipal de la ciudad, que verá incrementada la aportación municipal debido a sus constantes perdidas, a pesar de sus buenos números y del excelente trabajo que realizan los profesionales de esa casa. La publicidad y sus caprichos tienen estas cosas.

Por si no tuviéramos bastante todavía, la policía local denuncia que hay coches parados y sin funcionar desde el mes de febrero pasado, porque ha vencido en renting por cuatro años mediante el que se adquirieron y no se ha vuelto a renovar. Para que luego no digan que sólo en Tussam se quedan vehículos aparcados sin provecho ninguno.

Y, de postre, la empresa municipal de limpieza, Lipasam, está llevando a cabo un plan de recortes que afecta al baldeo de calles y en el arreglo de sus vehículos debido a su terrible situación financiera. En el tema de los vehículos se ha encontrado como solución el enviarlos a las instalaciones de Tussam para que sean reparados por personal de esta compañía. De hecho ya se han efectuado reparaciones en tres de ellos, uno el que ilustra este post, y hay varios más en lista de espera. Lo que se desconoce por el momento es quién y cómo paga dichas reparaciones. Igual Arizaga algún día se compadece de nosotros y nos lo explica con todo lujo de detalles.

Debe ser precisamente por esa situación tan bollante de las empresas municipales, que Manuel Marchena, a la sazón el imputado gerente de la AIE de Sevilla y mano derecha del alcalde, ha saltado hoy a la palestra asegurando, generoso él, que las empresas municipales pagarán el alumbrado navideño de las calles Tetuán y Francos. Treinta mil euros de nada, que para eso sobra el dinero a espuertas. Y lo ha dicho sin que se le caiga la cara de vergüenza, además. Porque de lo primero que se debería preocupar el señor Marchena, si es que le que algún resto de decencia política, es de que los empleados que trabajan para dichas empresas estén al corriente de pago y que cobren sus nóminas cuando está establecido por la ley.

Lo demás es falta de escrúpulos a la hora de administrar el dinero de todos los sevillanos y emplearlo para el lucimiento mediático personal o para compensar la desilusión y el abatimiento que deben producir el que alguien con sentido común haya decidido que un imputado en un caso de corrupción no puede ser rey mago en la ciudad de la ilusión y la alegría.



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