La gente del Partido Popular en Sevilla navega a todo trapo en la cresta de una ola de euforia rumbo a la alcaldía de Sevilla. El PP ya da prácticamente por ganadas las elecciones municipales en la capital andaluza y se plantea muy seriamente el asalto a la Junta.
No sé si estaremos ante el conocido dicho popular de vender la piel del oso antes de cazarlo, el tiempo lo dirá. Pero lo que es cierto es que en el entorno del edil popular han puesto la directa y no piensan parar hasta conquistar la sede consistorial de Plaza Nueva. Es como si alguien hubiese gritado “ahora o nunca” y todos se han puesto a tirar en el mismo sentido y sin fisuras que inutilicen el esfuerzo.
Ni siquiera aquellos medios que ejercen de voceros oficiales del candidato popular disimulan ya la euforia que les embarga por lo que consideran una inminente victoria. A seis meses de los comicios ven como un imposible la derrota de su candidato y apuestan por él de manera ciega.
Las encuestas le vaticinan mayoría absoluta y, todo hay que decirlo, el ritmo de trabajo de Zoido y su equipo es enérgico y sin tregua. Toda la artillería mediática de la derecha está funcionando a plena potencia de fuego, empleando hasta la última bala con el siempre mismo mensaje: Zoido va a ganar las elecciones municipales en Sevilla. Mientras el candidato popular se regocija con los pronósticos y con los parabienes de pesos pesados de su partido, que ven en él el corcel desde el que acaballar la victoria en las autonómicas de 2012.
Pero sin desmerecer un ápice el trabajo y el esfuerzo de Zoido, hay que reconocer que sus oponentes parecen haberse empeñado en ponérselo a huevo. Parece mentira que a estas alturas de la película, el mejor aliado de Zoido para su previsible victoria en las municipales sea el propio equipo de gobierno del Ayuntamiento de la ciudad, en manos de sus rivales más directos. Y más en concreto el grupo municipal socialista, que parece obstinado en que el candidato de su partido, Juan Espadas, no gane las elecciones ni de coña. Ya lo decían los viejos del lugar, el peor de los enemigos es siempre el que tienes habitando en tu propia casa.
Porque, además de los inacabables y estrepitosos fallos de gestión del consistorio que nos descubren cada día los medios de comunicación y de los continuos e inexcusables despilfarros con los que desayunamos cada mañana, parece que hay alguien en el grupo socialista empeñado en hacerle la contra agenda a Espadas y no para de ponerle zancadillas con tal de impedir no ya que gane las elecciones, sino que ni siquiera tenga una sola oportunidad de hacerlo. O bien, que la siempre socorrida “salida política” de algunos de los actuales integrantes de dicho grupo no es valorada lo suficiente como para abandonar el terreno de batalla sin dar guerra.
Si no, no se comprenderían cierto tipo de actuaciones que dinamitan en su base la estrategia que el candidato socialista no sin esfuerzo había logrado articular en determinados temas.
Lo que está sucediendo en Tussam es un buen ejemplo de ello. Juan Espadas fue uno de los principales artífices del acuerdo del pleno del Ayuntamiento mediante el que se les ofrecía una salida digna a los más de ochenta trabajadores eventuales de la empresa que se encuentran actualmente en paro.
El cuarto de los puntos de aquella moción presentada con carácter de urgencia decía textualmente: “TUSSAM deberá garantizar en todo momento la máxima calidad en la prestación del servicio municipal de transporte urbano, para lo cual deberá dotarse de una plantilla de trabajadores y trabajadoras, fijos y temporales, suficiente para que sea prestado a satisfacción de la ciudadanía”.
A día de hoy ya han pasado tres semanas y todavía no se ha producido ningún pronunciamiento ni público ni privado por parte de la empresa acatando la resolución que el Pleno del Ayuntamiento de manera unánime acordó aquel día. ¿Puede una empresa de titularidad municipal saltarse los acuerdos del Ayuntamiento que la mandata? ¿Es Tussam un reino de taifa independiente dentro del organigrama de las empresas municipales que pagamos los sevillanos con nuestros impuestos? Pues parece ser que sí.
Porque no sólo se permite el lujo de incumplir lo que le ordena el Pleno soberano, sino que, además de las maniobras orquestales en la oscuridad de Arizaga para salvar el mullido cojín donde asienta sus reales y onerosas posaderas, todo lo que ejecuta la empresa va en el sentido de desobedecerlo o de contrariarlo directamente, en especial si se mueve en sentido contrario a cualquier manifestación que haya hecho Juan Espadas.
Lo último ha sido la orden dada esta misma mañana de preparar para su venta o cesión treinta autobuses de los que se encuentran inmovilizados en el patio desde el pasado verano, todos ellos autobuses de 12 metros de la marca Iveco City Class con una antigüedad que oscila entre los diez y los doce años en perfecto estado para su uso.
Los objetivos de dicha venta o cesión los sabrá el ínclito Arizaga, pero dudo mucho que sirvan para sacar a la empresa de la profunda crisis financiera en la que se ve inmersa y sí que son la espoleta más apropiada para dinamitar el citado cuarto punto de la moción aprobada por el ayuntamiento.
¿Es posible que alguien pueda liquidar el escaso patrimonio de una empresa en dificultades a sólo seis meses vista de unas elecciones y sin tener en cuenta ni conocer cuáles son las intenciones que pueda tener el futuro inquilino de Plaza Nueva? Los hechos indican que sí.
No importa que el nivel de servicio y la calidad del mismo se hayan menguado progresivamente desde que se implantó la última eliminación de líneas, tampoco que los autobuses se amontonen en el patio sin prestar servicio o aparcados en los puntos de relevos, mucho menos las continuas quejas de los ciudadanos sobre las prolongados tiempos de espera en las paradas. Todo eso nada importa.
Peor aún, ahora tampoco importa que un Pleno del Ayuntamiento de Sevilla haya acordado por unanimidad que Tussam debe “garantizar en todo momento la máxima calidad en la prestación del servicio municipal de transporte urbano”. Eso son menudencias para Arizaga y su cohorte de aduladores. Ni la ciudad, ni los sevillanos, ni quienes nos visitan, son ahora lo más importante. Con semejantes favores, cómo pretenden que Juan Espadas tenga una sola posibilidad de competir con dignidad en unas elecciones tan reñidas.
Lo mismo es que se trata precisamente de eso.
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