Mónica García Prieto
“Todo esto debería ayudar a cuestionarnos cómo es posible que esa “información reservada”, que sucede a diario ante los ojos de los periodistas, sea manipulada –cuando no ignorada– por los medios. A veces por la propia autocensura del reportero, inseguro a la hora de publicar información procedente del ‘otro bando’ cuando la reacción de ‘los nuestros’ es un rotundo desmentido de los hechos. La mayoría de las veces, porque los jefes de redacción saben gracias a los teletipos lo que está ocurriendo ante los ojos de su periodista y le explica el enfoque que quieren que se imprima a la información que el propio reportero está viendo sobre el terreno. Insultante, pero demasiado común. Y sobre todo, por la censura de las redacciones centrales de los grandes medios, propensas a considerar que cualquier información negativa sobre las tropas occidentales en conflicto es falsa, está tergiversada o es producto de las tendencias proislámicas del redactor.
Desde el 11-S, la presión de los Gobiernos ha convertido a los medios en parte en conflicto. Han separado a los occidentales y musulmanes –y mira que ambos términos son difusos- en “nosotros” y “ellos”. No hay más que mirar los titulares de los medios generalistas para notar la distinción. “Los nuestros”, incluso los militares, son “asesinados” en “ataques terroristas” –qué tiempos en los que, durante una operación militar, los soldados morían en combate– mientras que “los otros”, es decir los afganos, sean combatientes o civiles, “mueren” en nuestros titulares como si un mal aire o un infarto les hubiese costado la vida.
La suerte de un solo soldado occidental acapara portadas, mientras que sólo una media de cien muertos civiles se consideran suficientemente relevantes para ser destacados con un titular propio, más allá de la sección de breves. “Nuestros” militares no son capturados sino secuestrados o raptados –El País lo vuelve a hacer en portada por segunda vez en cuatro días con este titular, Hallado el cadáver de un soldado de EE UU raptado en Afganistán, como suele hacer con el israelí Guilad Shalit –¿dónde han quedado los prisioneros de guerra, una figura imprescindible en las convenciones internacionales que rigen los conflictos?–, mientras que“sus” militantes, presuntos o reales –también conocidos como “los terroristas “–, son “arrestados” en plena ocupación militar de su propio país, cuando no justamente ejecutados por actividades terroristas que nunca se prueban.”
Más en “Nosotros” contra “ellos”.
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