Rajoy ya lo ha dejado bien clarito, el PP exportará al resto de España el modelo valenciano. O lo que es lo mismo, Presidentes de comunidades e instituciones que se visten a todo lujo con dineros provenientes de tramas corruptas satélites del partido que gobierna y que son más que amigos de los jueces que luego se encargarán de absolverlos, aunque ello suponga un atentado clamoroso al crédito de uno de los pilares del Estado de Derecho como es la justicia.
A partir de entonces, los pasillos del poder se parecerán más a la planta de oportunidades de El Corte Inglés que al centro del poder político del país, con dependientes inmersos en carreras alocadas portando el bolso de última generación que está esperando con ansia el cargo de marras para su próxima aparición pública. Es la patente del modelo de gobierno que universaliza el uso instrumental de la corrupción impune y los instaura como modelo social preeminente.
Lo ha dicho Arenas, ese eterno perdedor, en Sevilla. Tienen hambre de gobierno, lo que, teniendo en cuenta lo que ellos entienden por gobernar, es como para echarse a temblar.
Y por aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor, tiran de la Exposición Universal del 29, la que inauguró un rey que poco tiempo después tuvo que abandonar el país por despecho de sus súbditos, acompañado de un dictador con ínfulas de emperador que perpetuó su especie al servicio del totalitarismo.
Porque para el PP aquellos sí que eran buenos tiempos y no la Expo del 92, de bastante más resonancia internacional y una transformación de mayor calibre de la ciudad, pero con su rémora democrática y con la ingente tarea que supuso su puesta en marcha realizada casi en su integridad por esos charlatanes socialistas. Para el PP casi nada, por no decir nada, que emane de la democracia es digno de recuerdo.
Es lo que tiene estar tan apegado a cierto tipo de pasado, que llegas a perder la noción de la realidad y a larga acaba pasándote la factura.
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