Con la llegada de la crisis muchos se aventuraron a pronosticar el fin de capitalismo tal y como hoy lo conocemos y auguraron una refundación ética del sistema que nos iba a dejar a todos más contentos que un día de reyes prolijo en regalos.
Pero aquí, para desgracia de muchos y alegría de sólo unos pocos, no se reinventa nada a no ser la cara dura, cosa que ya viene siendo tan habitual que incluso nos resignamos y elevamos el fenómeno a la categoría de modélico. El sueño más reiterativo de cualquier español que se precie no es otro que llegar a ser como ellos algún día, cuanto más pronto mejor.
La fiscalidad, el arrimar el hombro entre todos para levantar este país y mantener lacras tan necesarias como la monarquía, es el más claro ejemplo de que el sistema sólo protege la pasta, porque la pasta es su esencia y lo que lo mantiene.
Entre los currelas es muy común afirmar que se desea pagar mucho de IRPF, porque es señal de que uno gana una pasta. Craso error, en este país al que gana un pastuqui y cotiza a Hacienda lo que en realidad le corresponde no se le puede denominar más que gilipollas.
En un país donde 440.000 accionistas poseen un capital mobiliario similar al que disponen los 17 millones de hogares y sólo tributan al 1% -en lugar de hacerlo al 30% o al 18% como debieran-, ya es como para darse con un canto en los dientes encontrar a uno solo que cumpla con ese sagrado deber y, visto lo visto, debería hacérselo mirar de inmediato.
Si nos paramos a pensar que solo un 3% de contribuyentes declaran ganar más de 60.000 euros y que tres de cada cuatro empresarios y profesionales se declaren mileuristas, no podemos llega a otra conclusión de que vivimos en gilipollandia y que nos pegamos toda la vida currando como negros para que cuatro listos se den la vida padre.
Pero lo peor de todo esto son los cuentos de la buena pipa, el que el gobierno diga a bombo y platillo que los que más ganan tendrán que arrimar más el hombro (no se lo creen ni ellos) o que los salvapatrias del PP pretendan hacernos creer que todo lo que sea subir impuestos a estos lagartos es gravar a la “clase media”. Estos son los patriotas enaltecidos que se llenan la boca con la palabra España y se dan golpes en el pecho durante los furibundos ataques de patriotismo de salón.
Si para esto es para lo que da la refundación del capitalismo, mejor tirarlo abajo de una puta vez, como si de una casa en ruinas se tratase, porque si lo dejamos que se caiga por sí solo igual nos llevamos una desagradable sorpresa cuando descubramos un elevado número de cadáveres entre los escombros.
Pero, la pregunta del millón es qué hacemos con el capitalismo, si todos prácticamente nos aprovechamos de él. O es que vamos a reconstruir el Muro de Berlín o nos vamos a vivir a Cuba?
ResponderEliminarMartín, ciudadanía, recuperar el protagonismo de la sociedad civil y regularlo de manera que no cree tantas injusticias, por ejemplo.
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