Es una cara de la Sevilla moderna a la que no queremos mirar a los ojos. Pero está ahí, omnipresente, y de vez en cuando se nos instala en la mesa del almuerzo en forma de titular trágico.
Si las instituciones sólo se ocupan de lo que preocupa a los ciudadanos, será que a los ciudadanos se las trae al pairo lo que le suceda a esta gente.
Pero ellos siguen estando ahí, como el escarabajo que va dejando el rastro de su escritura cacofónica de puntos suspensivos sobre la arena de la playa, a la espera de la suela humana que lo aplaste y ponga fin a su labor de escriba de siglos.
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