Mi obra literaria

28 agosto 2009

El dame pan y dime tonto de los marginales

Democracia es comer como nosotros”, escribía hace algunos días Ramón Lobo y seguro que a muchos de los que lo leímos nos resultó una frase hermosa, brillante, un bello ejercicio de periodismo.

Sin embargo, me parece lamentable el hecho de que un periodista se sienta obligado a escribir dicha frase para poder describir en profundidad la realidad que se abre ante sus ojos, para abarcarla en todos sus recodos y en toda su compleja simplicidad.

Puede que nos hallamos quedado en la superficie, en el florilegio que el artista utiliza para bañar de estética su trabajo, por más desagradable que sea. Hasta ese punto estamos ciegos.

Esa frase condensa en cinco vocablos toda la tragedia de la vida del hombre. Lo que subyace bajo esas sabias palabras es el cráter volcánico de una desesperación milenaria que se expande por la tierra como una plaga maligna. La realidad insalvable de millones de seres humanos esparcidos por la arbitraria geografía del planeta, cuya más apremiante necesidad no radica en gozar de un régimen de libertades que les permita realizarse como personas, sino el satisfacer las necesidades básicas para sobrevivir, incluso renunciando sin dudar a lo primero.

Es el dame pan y dime tonto de los marginales, los apartados, los invisibles del mundo, a quienes nos obsesionamos en implantarles a toda costa nuestras modernas estructuras políticas y sociales de Estados avanzados, cuando somos incapaces de ayudarlos a alcanzar el día siguiente y nos limitamos a verlos perecer tras una pantalla con más o menos tristeza.

Escaso valor le han de otorgar a la democracia cuando descubren que está del todo imposibilitada para asegurar a quienes viven bajo su amparo los bienes básicos para ejercer de ser vivo. Porque un Estado de Derecho que es incapaz de garantizar la subsistencia de sus ciudadanos, ni es Estado, ni mucho menos de Derecho.

Ojalá los periodistas podamos algún día dejar de vernos obligados a emplear frases como esa. Será señal inequívoca de que nuestra labor habrá servido para algo.



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