“Que el 70% de los alcaldes sospechosos de habérselo llevado crudo mantuviera el poder con unas elecciones de por medio (Informe sobre la democracia en España 2008. Fundación Alternativas) demuestra hasta qué punto la ciudadanía ha sido indulgente con estas prácticas, lo que viene a demostrar que cuanto mayor es el grado de corrupción menor es la disposición de los gobernados a exigir que los bolsillos de sus dirigentes sean de cristal o, cuando menos, de vidrio traslúcido”
Juan Carlos Escudier nos alerta en “¿Está la democracia en peligro?” sobre las consecuencias que puede tener para el sistema democrático ese pasotismo atávico que parece imponerse, en el cual impera aquella máxima de que, en política, el que no se forra es porque es tonto.
Algo que en el país que patentó la picaresca cuenta con una larga tradición secular que se ha ido reflejando en todos y cada uno de los escándalos que han sido desvelados, de manera que incluso parece creíble aquella ecuación de que cuanto más corrupto seas más elecciones ganaras por la gracia del pueblo.
Una de las primeras consecuencias de este asentamiento del pasotismo y la disculpa de lo intolerable entre el electorado es el ascenso de la extrema derecha en toda Europa.
Se veía venir.
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