“Siete años de ambición”, éste es el título de un especial que José María del Nido, a la sazón Presidente del Sevilla F.C., que se regalará el próximo lunes a quienes compren un ejemplar del diario oficial del club, SFC Periódico. El especial es un repaso a los siete años de presidencia de del Nido y a los éxitos cosechados, que no han sido pocos. El vídeo que ilustra la entrada se ha realizado para la ocasión y se puede visionar tanto en la web del club como en el canal del club en YouTube.
Entre los minutos 2:06 al 2:41 aparece la única intervención del presidente en todo el vídeo. Y lo hace para decir esto (las negrillas son mías):
“Yo jamás, jamás, y llevo cincuenta años de socio del Sevilla Fútbol Club, le he gritado a mi equipo. Jamás he insultado a un jugador mío y el que estaba al lado que se cuidara de hacerlo, porque el que porta en el pecho el escudo del Sevilla Fútbol Club me representa a mí y a todos los sevillistas.”
Esta clara alusión al sector del sevillismo que durante la temporada se ha mostrado disconforme con el juego desplegado por el equipo está muy acorde con la manera de entender el sevillismo que tiene del Nido. Como casi todo en la vida, el sevillismo, según él, ha de ser de una sola manera, como el pensamiento único, y quien no lo profese así no es sevillista. Ése es el esquema simple, la óptica exclusiva, con que del Nido entiende una cosa tan compleja como es un sentimiento.
Y del Nido, que es un buen presidente, nadie lo duda, se vuelve a equivocar traicionado por lo que más zancadillas le ha propiciado a lo largo de su vida, sus propias palabras.
No me sorprende que le cueste entender que el socio, que paga religiosamente los carnés que él sube unilateralmente el 50% del precio, tiene derecho a expresar su crítica cuando lo considere necesario. Y no voy a entrar a valorar aquí si la crítica tiene razón de ser o no, porque eso es harina de otro costal, como cualquier debate futbolero. Me refiero a la libertad de cada socio a expresar lo que piensa gritando o silbando al equipo cuando no lo hace como él cree que debe hacerlo e insultos aparte.
Ese ejercicio democrático, que se manifiesta en cualquier espectáculo de masas, él ni lo entiende ni lo acepta, sencillamente porque no entra en su particular concepción de la vida y de la sociedad que debe regirnos. Y a mí, como sevillista que soy desde la cuna, esa faceta del presidente, que no es la primera vez que se manifiesta, me preocupa. Y me preocupa más porque yo no pienso así, porque me consta que una gran parte del sevillismo tampoco y porque sí veo en el estadio, cada domingo, a una parte de la masa social del club que está haciendo suyo e intenta aplicar a rajatabla ese sevillismo de pensamiento único y paso de cuartel que del Nido pregona.
No creo en los milagros repentinos y por ello no me trago la mutación sorpresiva de del Nido, que de abrazar la ideología que todo el mundo sabe que canonizaba no hace demasiado tiempo ha pasado a la de demócrata de toda la vida como por arte de magia, inspirado con toda seguridad por algún soplo divino de procedencia desconocida, y que se derrumba como los castillos de naipes impelido por su talón de Aquiles particular, esas irrefrenables palabras que, cada vez que abre la boca, lo delatan.
No me gusta el gato por liebre y no por ello me siento menos sevillista, todo lo contrario, cuanto menos lo soy tanto como él. Y el sevillismo siempre ha sido libre de expresar su opinión por el cauce que ha considerado oportuno. Y así debe seguir siendo.
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