“Las raíces del terrorismo solamente se podrán eliminar con la regeneración moral y la atención a los niños y jóvenes con una educación cristiana”, ha dicho Antonio María Rouco Varela, cardenal y arzobispo de Madrid.
Monseñor también ha apostado por la oración como el método más idóneo para que “el Señor convierta a los terroristas y sus inductores”.
Se le olvida a Rouco que el sentimiento independentista en Euskadi no sería lo mismo de no haber contado con el apoyo de ciertas estructuras de la Iglesia y el silencio de otras.
La amnesia le confunde cuando obvia a personajes de actuaciones con cierta polémica. como las del obispo Setién, cuando no probadamente delictivas, como las de José Ramón Treviño, arcipreste de Irún.
Tal vez, sería conveniente recordarle aquella frase lapidaria de Mikel Espalza, párroco de Sokoa, cuando afirmó que “la gente de ETA son unas gentes, a veces, maravillosas”. O que una buena parte de sacerdotes vascos equiparan a víctimas y verdugos.
Sin mencionar la cantidad de recintos eclesiásticos en los que no se ha estigmatizado a ETA y en los que se ha adoctrinado a niños y adolescentes en los valores de un nacionalismo étnico y excluyente.
No sé si la educación recibida por todos ellos le parece lo suficientemente cristiana. Pero lo que sí tengo claro es que en este país, y sobre todo en Euskadi, tenemos que dejar de pensar en los terroristas como ovejas descarriadas, monseñor. Los mercaderes del terror no se han perdido de ningún rebaño, aunque el lucrativo negocio de las almas a veces provoca cometer estos errores innecesarios.
Desconozco si el Señor, con lo ocupado que debe andar con tanta cuita, tendrá tiempo para “convertir” a los profesionales del tiro en la nuca, pero un consejo sí que me permito darle: barra su propia casa antes de pasar la aspiradora por la de los demás, señor Rouco.
Monseñor también ha apostado por la oración como el método más idóneo para que “el Señor convierta a los terroristas y sus inductores”.
Se le olvida a Rouco que el sentimiento independentista en Euskadi no sería lo mismo de no haber contado con el apoyo de ciertas estructuras de la Iglesia y el silencio de otras.
La amnesia le confunde cuando obvia a personajes de actuaciones con cierta polémica. como las del obispo Setién, cuando no probadamente delictivas, como las de José Ramón Treviño, arcipreste de Irún.
Tal vez, sería conveniente recordarle aquella frase lapidaria de Mikel Espalza, párroco de Sokoa, cuando afirmó que “la gente de ETA son unas gentes, a veces, maravillosas”. O que una buena parte de sacerdotes vascos equiparan a víctimas y verdugos.
Sin mencionar la cantidad de recintos eclesiásticos en los que no se ha estigmatizado a ETA y en los que se ha adoctrinado a niños y adolescentes en los valores de un nacionalismo étnico y excluyente.
No sé si la educación recibida por todos ellos le parece lo suficientemente cristiana. Pero lo que sí tengo claro es que en este país, y sobre todo en Euskadi, tenemos que dejar de pensar en los terroristas como ovejas descarriadas, monseñor. Los mercaderes del terror no se han perdido de ningún rebaño, aunque el lucrativo negocio de las almas a veces provoca cometer estos errores innecesarios.
Desconozco si el Señor, con lo ocupado que debe andar con tanta cuita, tendrá tiempo para “convertir” a los profesionales del tiro en la nuca, pero un consejo sí que me permito darle: barra su propia casa antes de pasar la aspiradora por la de los demás, señor Rouco.
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