Incluso se realizan encuentros de blogueros, como iCities, donde se dicta doctrina sobre la labor de los blogs en el periodismo y en el mundillo de la participación ciudadana y el e-gobierno. Es resumidas cuentas, reuniones, generalmente en lugares atractivos, donde los blogueros charlan de sus cosas mientras se toman unas pintas.
La verdad es que es sumamente complicado, y hasta comprometedor, entrar en ese debate. Es mucho más cómodo, y seguramente bastante más conveniente, permanecer al margen y dejar que los apóstoles de la web 2.0 anatemicen desde sus púlpitos en forma de blogs sobre la idiosincrasia de esta profesión para algunos y martirio para la mayoría.
Sin embargo, como no me gusta callar ni que piensen por mí en ningún momento, intentaré describir aquí, desde mi humildad más básica, lo que supone, al menos para mí, mantener un blog de una forma más o menos decente.
Dejando aparte la manifestación ineludible de exceso de amor al ego, intentaré resumir lo que para mi persona se está convirtiendo en martirio cotidiano casi sin darme cuenta.
En primer lugar, una sobredosis preocupante de lectura de feeds, hasta el punto que llega a saturarte el cerebro como si se le hubieran fundido los plomos. Además, en muchas ocasiones, tienes que contrastar luego las fuentes, si es que está al alcance de tu mano, lo que significa que le haces muchas veces el trabajo al periodista sin que éste se entere.
Durante horas, a veces días completos, habitas en una mesa repleta de papeles y anotaciones, donde el orden suele brillar por su ausencia, y donde a veces cuesta encontrar una nota más que El Dorado.
El navegador de tu ordenador (Firefox en mi caso) echa humo cada dos por tres y es raro el día que no te deja colgado al menos tres veces. Son esas las ocasiones en que te tiras de los pelos como un desesperado y comienzas a patear la casa maldiciendo el software libre y a la madre del que lo inventó.
Con el procesador de textos pasa tres cuartos de lo mismo y si escribes directamente en el editor de post del blog, te puede dar algo como por cualquier fallo se pierda el post que tanto trabajo te costó componer.
Luego está la conversación, entrar en el blog, hacer un seguimiento a los comentarios, responderlos adecuadamente, siempre tratando de fidelizar y retener a tus lectores, citar lo que dicen otros, responderles, procurar que el diálogo sea fluido y abierto.
Academizar sobre lo que opinan otros suele ser más complicado de lo que parece, no es cómodo vivir siempre con la cabeza invadida por los pensamientos de otros y rumiar constantemente lo que los demás dictaminan. Has de tener un especial cuidado en modular tu voz, mostrarla como una más en el griterío del coro, sin desentonar.
Y, como colofón, está el insomnio permanente, el actualizar hasta altas horas de la madrugada, estar pendiente de los correos electrónicos y, las escasas horas que consigues conciliar el sueño, soñar con posts, en vez de con ovejitas.
En definitiva, que no me extraña que se hayan dado casos en que los blogueros la palman con el ratón puesto, porque con tales niveles de estrés lo raro sería una alta esperanza de vida.
1 comentario:
Morir con el ratón en la mano! que original.
Tambien está el lado bueno, la proyección del trabajo hacía otros, que como en mi caso,lo agradecemos.
Una cosa es ser un trabajador de blog y otra utilizar el blog como apuntes personales sin ninguna transcendencia y en ese caso no es stresante sino todo lo contrario.
Un beso y desconecta de vez en cuando.
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