Las negociaciones para evitar el conflicto se encuentran totalmente rotas y estancadas a día de hoy, en palabras del propio Gutiérrez porque “los rompelunas no se van a ir de rositas”. La historia de los rompelunas a los que se refiere es tan curiosa como estrambótica.
En la huelga de marzo del año pasado, la policía abrió diligencias contra nueve trabajadores que supuestamente participaron en los destrozos provocados en los autobuses durante el conflicto, cuyos daños, según cuantificó la propia empresa, ascendieron a unos 200.000 euros.
La empresa abrió expedientes disciplinarios a los citados empleados de inmediato y todavía continúa sin resolverlos más de un año después, a pesar que las dos veces que se han llevado a los juzgados el juez de turno ha ordenado su sobreseimiento en la primera y de que el fiscal ya ha solicitado lo mismo en la segunda.
Pero claro, el ínclito Guillermo Gutiérrez ya ha juzgado y emitido sentencia desde el mesianismo recalcitrante provocado por un mal sueño de su infancia. Y de nada vale que la Constitución Española garantice a todo ciudadano la presunción de inocencia mientras no se demuestre lo contrario. Al señor Gutiérrez se la suda la protección de los derechos fundamentales que otorga el Estado de Derecho cuando de hacer realidad su sueño se trata y así nos va.
Esta aberración de pretender implantar justicia a su manera, a lo John Wayne, no es ninguna novedad en la fulgurante carrera del Vicepresidente de TUSSAM. Lo mismo ha sucedido con las trabajadoras todavía despedidas cuyos despidos fueron declarados improcedentes por los juzgados de lo social de Sevilla, o en el caso de otro trabador que cuyo despido mientras estaba de baja laboral fue declarado improcedente por el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía. Ya en febrero de 2005, la justicia amenazó a TUSSAM con el embargo de sus cuentas al negarse a pagar e un trabador la cantidad pactada por su despido y, a este paso, la lista se hará interminable, porque no sé de dónde ha sacado este señor la convicción de que puede estar por encima del bien y del mal sin ensuciarse.
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