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La falta de sensibilidad de la iglesia católica ante las demandas de la sociedad le puede pasar una dura factura. El progresivo alejamiento de la cúpula eclesial de los sentimientos y creencias del creyente de a pie es manifiesto y, a pesar de que cada vez son menos los que se declaran católicos, y que, entre estos últimos, aumentan considerablemente quienes no se identifican con la postura oficial de sus dirigentes, la iglesia hace oídos sordos y continúa con su estrategia de enfrentamiento con el poder civil y su tendencia a crear un clima de crispación en una sociedad que demanda todo lo contrario.
Afirmaciones como las del Papa Benedicto XVI considerando una tentación las ansias de libertad sin límites de la humanidad son una buena muestra de ello. En la homilía de la misa de bendición de los Santos Óleos, que dio comienzo a los ritos de la Semana Santa, afirmó que la libertad compartida con los demás sólo puede ser libertad “si se enmarca en la voluntad de Dios”. Y, como quien decide cuál es la voluntad de Dios no es otro que él mismo, se arroga la exclusividad de de decidir qué es y qué no libertad en el reino terrenal como si tal cosa. En lo referente al tema tan candente de la eutanasia, tan de actualidad tras el caso Chantal Sébire, y sobre el que parece existir un claro consenso social, la iglesia también tiene aportar su granito de arena discrepante, cómo no. Y, contra toda lógica humana y contra la dignidad más elemental de la vida misma, se alza la voz del el arzobispo emérito de Pamplona, Fernando Sebastián, en un sermón pronunciado el Viernes Santo en Valladolid afirmando que "Jesús no tuvo cuidados paliativos pero su muerte fue absolutamente digna, porque la miró cara a cara, con confianza, porque la aceptó con amor". O lo que es lo mismo, que el sufrimiento es necesario, incluso aconsejable, para tener una muerte cristianamente digna. Esto me hace pensar que existe un cierto nerviosismo entre la cúpula eclesiástica por cómo se están desarrollando las cosas. Además de su tradicional alineamiento con la derecha más recalcitrante y sus constantes inmersiones en la vida política, como ocurrió cuando pidió de manera subliminal el voto para el Partido Popular en las pasadas elecciones utilizando el terrorismo como arma arrojadiza, la elección de Rouco Varela, del sector más duro y ultraconservador de la Conferencia Episcopal, como cabeza visible y rector de los designios de la iglesia española, hacen prever una legislatura caliente en este sentido. El Presidente del Gobierno en funciones, José Luís Rodríguez Zapatero, ya advirtió el pasado 2 de marzo, en una entrevista concedida al diario La Vanguardia, que si ganaba pondría “los puntos sobre las íes a los obispos”, en una referencia clara al concordato firmado con la iglesia hace treinta años y que le otorga unos privilegios económicos y una influencia en la vida cotidiana de los ciudadanos inéditos en una democracia moderna. Derogar dicho concordato, además de ser un clamor en alza de la sociedad española, sería un paso importantísimo para afianzar la democracia de este país y conseguir de una vez por todas la imprescindible separación de la iglesia y el Estado, necesaria para que todo Estado de Derecho sea considerado como tal.
Y más aún cuando la iglesia, lejos de escuchar a la sociedad y empaparse de sus dictados, se afianza en la poltrona y se enroca en posiciones cada vez más cavernícolas que la alejan de ella.
3 comentarios:
Estimado, si tu visión del divorcio definitivo ya entre la sociedad civil y la Iglesia está distorsionado por el cristal de una botella, creo que estamos todos felizmente alcohilzados y amén. Tal vez sea hora que Ratzinger se haga cargo de su pasado y que la sociedad civil se comprometa con el derecho y la responsabilidad de su libertad.
Cariños
"Con la Iglesia hemos topado, amigo Sancho!"
La tensión es proporcional al miedo a perder el poder, cada vez más fuerte. Espero que sea la sociedad quien sepa poner el punto sobre la i con serenidad e inteligencia!
Un beso Jack
Me parece a mí, no sé por qué, que le estan viendo las orejas al lobo.
Es una impresión.
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