Mi obra literaria

03 enero 2008

La muerte de una historia


Fotografía: 20minutos.es


El pasado día 31, a primera hora de la mañana, falleció un indigente de 52 años a las puertas de una sucursal del BBVA, en la Plaza de la Encarnación de Sevilla.

El finado, uno de los más de trescientos sin techo que residen en la ciudad, había solicitado ayuda a los operarios de la empresa municipal de limpieza, que faenaban en la zona a dicha hora, balbuceando la expresión “coma etílico”. Los empleados lo incorporaron y, cuando comprobaron que podía mantener la verticalidad por sí mismo, continuaron con su trabajo.

Pocos minutos después se derrumbó sobre la acera y cuando llegó el 061 sólo pudo certificar su muerte por “causas no violentas”.

La triste noticia me trajo a la cabeza la frase sublime que pronunció mi amigo Rafa ante un suceso parecido que tuvimos la desgracia de presenciar.

-¡Manda carajo! –dijo- Antes venía a buscarnos el 091 y ahora lo hace el 061.-

Después vinieron las declaraciones institucionales de rigor, desde Cáritas hasta la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía, las lamentaciones a cuerpo frío, las denuncias por falta de medios, por la insuficiencia de la caridad y humanidad públicas, el lavado de cara ante la opinión pública de quienes tienen la posibilidad, y tal vez la obligación, de hacer algo al respecto.

Seguramente ese hombre, inmerso en un alcoholismo profundo y en el abandono, sumido en un deterioro físico vertiginoso, rechazaba alojarse en los albergues públicos, no se fiaba de los programas subvencionados de rehabilitación y apenas hablaba ni tenía amistad con nadie. Seguramente era un fantasma cotidiano que se paseaba por delante de nuestras vidas sin apenas ser visto. Seguramente nadie lamentará su muerte, ni siquiera él mismo.

Yo lo que deduzco es que ha muerto ante nuestros ojos fríos una historia que no ha sido contada quizás porque nadie quiso oírla, un relato mudo de pasos sin rumbo y desilusiones ignotas, una narración de desesperanza que se repite cada día en nuestras calles, justo al lado de la terraza donde tomamos café, y que no consigue arrancarnos más que la mirada curiosa de la anécdota. Una historia que puede ser el reflejo fiel, por qué no, de lo que me ocurra a mí, o a cualquiera, la mañana del último día de mi año final en este mundo.

Ampliar información en Terra.es y 20minutos.es

2 comentarios:

  1. Anónimo13:59

    Hey! para un poco que no me da tiempo a leer tanta producción.

    Cuando pueda lo leere todo y te comento.

    Montón de besos.

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  2. Anónimo15:41

    No hace falta ir al mundo de los sin techo para encontrar historias nunca contadas. Nadie escucha, ya lo decían Suicidal Tendences en los 90 ;)

    Yo sigo perfeccionando mi técnica de hablar hacia dentro.

    Un saludo.

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