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09 septiembre 2011

Rubalcaba, la retórica y el respeto a los votantes

La plana mayor del socialismo andaluz acudió ayer al auditorio del hotel Barceló, rebosante de público y de un calor pegajoso, para asistir a una clase de retórica en toda regla impartida por un profesor singular llamado Alfredo Pérez Rubalcaba.

El dominio de la ciencia que universalizó Aristóteles por parte del candidato socialista es tal que sus auditorios apenas le interrumpen, ni siquiera para aplaudirle, con tal de que la fluidez de su verbo no se vea sobresaltada.

La puesta en escena del discurso de ayer de Rubalcaba, lo que en el argot se conoce como pronuntiatio, fue sencillamente impecable. Hasta tal punto, que no resultaría extraño un cuarto vocablo a su lema de campaña (escuchar, hacer, explicar): persuadir. Porque cuando Rubalcaba se enfrenta a un público su finalidad no se aparta un ápice de la que persigue la retórica.

Siempre es de agradecer que un político se sepa expresar con corrección, a los periodistas nos facilita enormemente la tarea. Y Rubalcaba ayer nos la puso a huevo con un discurso estructurado y con carga de profundidad que se desarrolló tomando como eje su idea de respeto hacia los votantes.

Arrancó contando una anécdota de esa misma mañana, en una visita junto al Presidente de la Junta, José Antonio Griñán, el parque aeronáutico de Sevilla en la que unos jóvenes científicos le explicaron con “orgullo y humildad” su labor. “Son las características de los grandes científicos” destacó, “el orgullo porque saben que lo que hacen es importante y la humildad porque saben que les queda mucho por hacer”.

Hilvanado en torno al eje narrador de lo que considera el respeto a los electores, “voy a respetar profundamente a los votantes” llegó a decir, el candidato socialista desbrozó su estrategia electoral, que pasa por tres ejes de gravitación: “las ideas, las cuentas y los programas claros”. Aferrándose siempre a “contar las cosas tal y como son para explicarlas después”.

Recalcó algo que ya viene siendo un mantra en cada una de sus intervenciones, “no me voy a comprometer a nada que no pueda sacar adelante y que no sepa cómo financiarlo” dijo, porque “nadie en democracia puede pedir un cheque en blanco a los ciudadanos”. “Si me votan –agregó- que sepan exactamente qué es lo que pueden exigir si soy Presidente del Gobierno”.

Reprochó al Partido Popular lo que denomina “ilusionismo programático”, porque cuando alguien dice que va a bajar los impuestos y a mantener los gastos sociales hay que explicar a los ciudadanos que “esa ecuación no casa”. De camino, pidió a Rajoy que explicara de dónde salen los millones de puestos de trabajo que dice que va a crear “para comenzar a debatir”.

La educación y la sanidad fueron los temas de más calado que abordó, efectuando una ardua defensa de su gratuidad y su universalidad como pilares fundamentales del estado del bienestar, haciendo alusiones directas a lo que está sucediendo con ambas en las comunidades gobernadas por Partido Popular, con especial ahínco en Castilla La Mancha y Madrid.

Rubalcaba apuesta por una mayor eficacia en la gestión sanitaria y por alcanzar un pacto de Estado que permita que, cuando el Gobierno de la nación aumente la financiación autonómica, ese dinero se dedique a la sanidad y a la educación.

Cuando se refirió a la crisis hizo alusión a Europa y defendió la puesta en marcha de mecanismos de defensa del euro “porque nosotros no tenemos nuestra Reserva Federal” y apostó por una gobernanza económica común. “Cuando a tu vecino le va mal –dijo- a ti acabará yéndote mal también, entre otras cosas porque dejará de comprarte. Eso es lo que hay que recordarle a Europa y en particular a Alemania”.

Apostó por destinar dinero público a la creación de empleo teniendo como referencia permanente la estabilidad presupuestaria, ya que “la deuda excesiva es la que te impide hacer políticas socialistas” y “los presupuestos son de izquierdas o de derechas en función de cómo ingresas y de cómo gastas”.

Recriminó al Partido Popular esa velada intención que tienen, según él, de volver a las políticas económicas de 1996, alegando que las privatizaciones de empresas públicas que reportaron 40.000 millones de euros ya no tienen vuelta atrás. “Las recetas del 96 no valen” sentenció.

El cierre lo efectuó retomando el eje narrador del respeto, porque cuando se respeta a los ciudadanos los votos no son de nadie. “Yo sólo tengo un voto, que es el mío, los demás me los tengo que ganar” y envió un mensaje a la militancia que abarrotaba el auditorio argumentando que “en lo que no nos puede ganar nadie es en ganas de ganar”.

Si la persuasión que buscó el candidato socialista es suficiente o no para movilizar a los militantes y convencer a los ciudadanos, sólo el tiempo y el resultado cosechado en las urnas el próximo 20 de noviembre lo desvelarán. De momento, ayer lo que sí los dejó fue boquiabiertos.





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