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20 diciembre 2010

Las dentelladas de las chicas de oro en Sevilla

Uno de los peores terrores a los que se enfrenta la ciudadanía de cualquier país que se precie es sufrir en sus carnes la dentellada sanguinaria de las chicas de oro. Sí, sentir en la yugular la feroz acometida de Moody’s, Standar and Poor’s y Firch, las tres castas doncellas a las que les basta evaluar a un país entero de un aprobado a un insuficiente, o lo que es peor a un muy deficiente, para que todo bicho viviente se ponga a temblar y no pare hasta que lo depositen en su morada definitiva.

Estas tres insignes evaluadoras, que como todo ser humano tienen sus propias debilidades (para eso los mercados tienen nombres y sentimientos si me apuran), como demostraron manteniéndole la espléndida calificación a Lehman Brothers cuando estaba a segundos de quebrar, no se fían de los ayuntamientos y comunidades autónomas españolas por el cortoplacismo contumaz de los políticos patrios, incapaces ellos de ver más allá de su propia reelección y que tienen la fea costumbre de endeudarse a toda pastilla, emitir títulos y que paguen los que vengan detrás.

Hombre, viéndolo así, no se puede decir que no conozcan a los políticos españoles, porque aquí encontrar a uno que se someta a la sacrosanta regla de la austeridad y no se deje llevar por la facilona promesa electoral que acaba endeudando a todos y cada uno de los ciudadanos con tal de mantenerse a toda costa en el poder es como cruzarse con un mirlo verde.

Sevilla no podía en este caso ser una excepción. Con 70.000 parados a sus espaldas y unAyuntamiento que arrastra una deuda de 635 millones de euros y que va a dejar con las manos atadas por falta de fondos a su futuro inquilino durante más de un año y medio, al alcalde, Alfredo Sánchez Monteseirín, no se le ocurre otra cosa que hacer una ostentosa y megalómana campaña publicitaria sobre los logros conseguidos. Debe ser que arruinar a una ciudad hasta la desesperación tiene un mérito que se me escapa y que al alcalde lo de las dentelladas ferales de las chicas de oro se la trae al pairo.

Mientras tanto, los ciudadanos, que deben estar ciegos a la realidad y vivir en un mundo diferente, se dedican a protestarle durante sus excelsas inauguraciones no se sabe qué con ostentoso escándalo y jolgorio. Claro que el alcalde, que tiene salida para todo (incluso por las puertas traseras de los sitios que visita), lo soluciona fácil colocando a una banda que amortigüe con su actuación el ruido de fondo. Tambores y cornetas para acallar el clamor de las protestas ciudadanas, al más puro estilo cofradiero. Aquí el arte ya se sabe.

El último escándalo es que la pasarela de esas setas de la Encarnación que vamos a pagar al precio de angulas por navidad no se va a poder utilizar jamás por motivos de seguridad. Algo que evidentemente no pudo vaticinarse antes de emprender el proyecto, porque eso hubiese significado hacer las cosas bien y en eso no estamos. El caso es que el Alcalde ha decidido pagarse de nuestros bolsillos un fenomenal homenaje de autobombo, a pesar de nimiedades como ésta, que no van a empañar un futuro brillante como el suyo.

Los números cuentan otra cosa muy distinta, tanto aquí como en Madrid, pero eso poco importa cuando se trata de salvar el culo de uno mismo sin pararse a contemplar cómo devoran el contiguo. En especial cuando, como le ocurre a Monteseirín, se anda enredado en esa lid titánica de preservarse para la posteridad al precio que sea. No sé si los sevillanos lograremos algún día olvidarle de tantos quebraderos de cabeza como nos ha dado y con la de tiempo que nos queda por sufrir la ruina en la que nos ha dejando.

Una de las consignas del partido a Juan Espadas, candidato socialista a la alcaldía de Sevilla, era y sigue siendo gestionar lo positivo de la herencia de la era Monteseirín. La pregunta es ¿cómo se puede gestionar algo salpicado por la pátina opaca del fracaso más estrepitoso y estando a la vista de todos los ciudadanos?

Desde luego, si Espadas es capaz de ganar las municipales de mayo de 2011, incluso si consiguiera una derrota no demasiado abultada, se podrá afirmar sin temor a equivocarse que habrá sido capaz de lograr toda una proeza. Porque ni haciéndolo adrede sus actuales compañeros en el equipo de gobierno municipal hubieran sido capaces de ponérselo más difícil.

Claro que, puestos a ser optimistas, ni Sevilla está endeudada hasta las cejas, ni las chicas de oro existen, salvo dentro de una pantalla de plasma, ni yo estoy aquí concluyendo de escribir esto.



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