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25 noviembre 2010

La enemistad con dios en Irán

En Irán puedes enemistarte con cualquiera, pero cuidado si el elegido es dios. Porque enemistarse con el señor del más allá, además de una falta de civismo, es un delito conocido bajo el nombre de “moharebeh” y lleva implícita la pena de muerte.

Es lo que les ha ocurrido a Hossein Kherzi y Zeynab Jalalian, que con la cantidad de gente que hay en Irán para enemistarse con ellas tuvieron la torpeza de elegir a dios entre todos ellos y ahora están condenados a muerte y corren serios riesgos de ser ejecutados inminentemente.

Da la casualidad, por otra parte, que Hossein es un kurdo de 29 años que pertenece al Partido de la Vida Libre del Kurdistán (PJAK) lo que le causó la detención y la condena a muerte en mayo de 2009 por enemistad con dios. Porque en Irán, por lo que se ve, pertenecer a un partido político con pretensiones democráticas es ofender al altísimo y enemistarse eternamente con él. Cosas de la religión, ya se sabe.

A finales de octubre pasado, a Hossein no se le pudo ocurrir otra cosa que escribir una carta a organizaciones internacionales que se publicó en el sitio web de un partido político de la oposición. En la misiva, Hossein denunciaba haber sido torturado en centros de detención de la Guardia Revolucionaria en Kermanshah y Oromieh, en el noroeste de Irán, y en un centro de detención del Ministerio de Información.

Además tuvo la osadía de pormenorizar los métodos de tortura, tales como recibir palizas durante varias horas al día, amenazas contra él y contra su familia, patadas en los genitales que le causaron hemorragia e inflamación severa durante 14 días, patadas en las piernas que provocaron una herida de ocho centímetros y fuertes golpes con porras durante 49 días que le causaron contusiones e inflamación. Y claro eso no debió gustarle ni a dios ni a sus ministros en la tierra, por lo que se apresuraron a enviar su condena a muerte a las autoridades encargadas de ejecutarla y se espera que pueda ser inminente.

Ya en la misma carta Hossein afirmaba que “aún no me han dicho la hora de mi ejecución; no sé si será mañana, pasado mañana o esta noche, y no me permiten recibir visitas ni decir siquiera a nadie que estoy vivo”. Le ofrecieron conmutar la pena de muerte por otra de prisión si confesa públicamente en televisión, a lo que Hossein se negó.

La suerte de Zeynab Jalalian no es muy diferente. Fue condenada a muerte por el Tribunal Revolucionario de Kermanshah en enero de 2009 por el mismo delito. Previamente había pasado ocho meses en un centro de detención del Ministerio del Interior donde también fue torturada. No se facilitó a su familia ninguna información sobre ella durante este tiempo y se le impidió el acceso a un abogado durante su juicio que, según sus manifestaciones, “duró sólo uno minutos”. Su condena a muerte fue confirmada por el Tribunal Supremo el 26 de noviembre de 2009.

Desde entonces hasta aquí, fue trasladada de la prisión de Kermanshah a un lugar desconocido a principio de este año. Al cabo de varias semanas la trasladaron a la Sección 209 de la prisión de Evín, situada en Teherán, a cientos de kilómetros de su casa.

En Irán existen otros 16 hombres más condenados a muerte por razones políticas, perdón, por “enemistad con dios”. Según Amnistía Internacional, la vida de todos ellos corre un serio peligro, porque allí, al contrario que en la canción de Sabina, las malas compañías no son las mejores. Y si dios se caracteriza por algo es por ese sempiterno espíritu vengativo que menosprecia incluso la vida que, según sus defensores, él mismo te otorgó.



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