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17 septiembre 2009

Caperucita es parlamentaria feminista y el lobo cuidador de guarderías


Prisa anda a hostias con Zapatero. Ellos, los de Prisa, se afanan en decir que no es por lo de la concesión de las TDT de pago. Bueno, se acepta Caperucita como parlamentaria feminista. Zapatero aduce que lo que se ha hecho es acabar con veinte años de monopolio. Vale, aceptamos lobo como cuidador de guardería.

Sin embargo, aunque el periodista esté barriendo para casa, no sería nada inteligente desdeñar el trasfondo de peso de su relato. Porque, aunque sea con la finalidad de que vuelvan tiempos mejores, está obligado a darle un barniz de credibilidad para que logre el efecto deseado.

Es cierto que Prisa está cabreada con el gobierno, por mucho que quieran camuflarlo, y no es necesario ser un lince para descubrir el por qué, hasta un niño de seis años apuntaría con su dedo índice en la dirección correcta.

Pero eso no significa que los profesionales de Prisa hayan dejado de saber tomar el pulso a la realidad de la noche a la mañana como por arte de magia vudú. Tal vez antes no quisieran contar lo que está sucediendo y ahora es conveniente hacerlo, pero aprehenderlo lo han sabido hacer siempre de la misma manera.

Prisa lo ha dicho en clave interna, habla de militantes y del aparato del partido. Sabe que es lo más efectivo para sus intereses. Tampoco conviene ser vista allí como un enemigo. Y ha centralizado sobre Zapatero unas críticas que podían ser extensibles a todo el gobierno. La cartera siempre ha tenido un maléfico efecto magnético sobre la pluma.

Yo hablaría no ya de militantes, sino de simpatizantes y votantes que se han visto decepcionados con lo que esperaban una gestión más osada, más abiertamente de izquierdas. Entre esa gente, amén de entre no pocos militantes, se ha instalado un desencanto que roza la siempre peligrosa apatía.

Son aquellos que esperaban que de una vez se cicatrizara la honda división de injusticia provocada por la guerra civil a través de la memoria histórica, quienes esperaban bastante más valentía y osadía política en las relaciones con la Iglesia para lograr el tan deseado Estado laico, los que entienden que la política exterior debe ser algo más que una esgrima permanente de eufemismos según convenga, en vez de una postura ética como país ante el resto del mundo, quienes no acaban de entender que ante una crisis tan criminal como la que estamos viviendo no se opte por aplicar verdaderas políticas de izquierdas que corrijan los abismales desequilibrios que la han provocado.

No se puede tener a la gente viviendo en el filo de la navaja por sistema y, cuando llega el cataclismo en cuyo origen no han tenido nada que ver, dejar que se precipiten al vacío sin cambiar de manera radical las estructuras que lo han hecho posible.

Muchos de los votantes socialistas, entre los que me encuentro, se plantean que no siempre puede ser la excusa la debilidad política del rival. El hecho de que el opositor no dé la talla adecuada puede servir para ganar unas elecciones, pero es del todo inútil para transformar la sociedad. El instalarse en el “y tú más” puede tener los días contados cuando no se es capaz de ofrecer al ciudadano alternativas serias y fiables que colmen sus expectativas. Y Zapatero no debe olvidar que está donde está por quienes le votamos, es con nosotros con quien tiene el compromiso que adquirió ante las urnas. Y tiene la obligación moral de cumplirlo.

A veces tengo la impresión de que todos estos rifirrafes con la oposición son intencionados, se buscan adrede, y probablemente con la complicidad del oponente, para crear la cortina de humo de la polarización, mientras por debajo de la polvareda, a poco que la nebulosa se difumine, no resulta difícil comprobar que nada ha cambiado, que se siguen aplicando las mismas políticas capitalistas e insolidarias de siempre, que la sociedad, más que avanzar, comienza a retroceder en lo básico, en lo que algunos ya daban como inamovible con la implantación del Estado de Derecho y que basta con que unos cuantos especuladores avariciosos se empeñen para que vuelva a peligrar.

Y mientras todos apoquinamos de nuestros bolsillos, vemos cómo unos se llevan más que otros y nunca son los que menos tienen o los que más lo necesitan. Y la inmensa mayoría de los demás nos quedamos con esa cara de lelo, como cuando nos acaban de robar la cartera y sabemos que ya nada podemos hacer por recuperarla. Así lo más probable es que nunca lleguemos a ningún sitio.

El vídeo es del blog de Javier Casal y me llegó vía Internet Política.



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Lúcido retrato del desencanto del votante de izquierdas, espacio dado a la fragmentación y a la "morriña", para gozo de una derecha monolítica, voraz y unitaria. Esa falta de brio para aplicar el "programa" pactado (en las elecciones), más la incapacidad de informar sobre lo realizado (pensiones, mujer, inmigración, etc.) y la falta de un horizonte claro de objetivos, conducen a esta situación, alentada por unos adversarios con ideras claras y hechos una piña (patronal cajas de ahorro, PP, iglesia, etc.)

Gregorio Verdugo dijo...

Anónimo: ante una ofensiva tan brutal de la derecha, que tiene miedo a perder sus privilegios cuando se le destapan sus carencias, hacía falta más energía y más convicción para intentar cambiar las cosas.
Lo de la política de comunicación del gobierno es para escribir un capítulo aparte, peor no se puede hacer.