Al principio se presentan como luchadores harapientos obsesionados con cambiarle el futuro a los más necesitados mediante revoluciones soñadoras. Luego, cuando se instalan en el poder, les suele invadir demasiado a menudo una suerte de amnesia repentina, un temporal de olvido sorpresivo, que los hace abrazar la vida de opulencia, comprar islas paradisíacas en archipiélagos vírgenes, lujosas mansiones en playas exclusivas, haciendas de terratenientes y jets privados.
Mientras, el país al que pretender salvar de la debacle agoniza lentamente con casi el ochenta por ciento de la población viviendo por debajo del nivel del euro y medio diario, un veintisiete por ciento sufre desnutrición y casi un treinta y uno por ciento no tiene acceso a un bien básico como la electricidad.
Resulta triste, pero el problema de las revoluciones es que, más veces de lo deseado, sólo consiguen sustituir una oligarquía por otra.
Es lo que ocurre en Nicaragua, donde también cuecen habas y de qué manera.
2 comentarios:
Como tu lo has dicho donde quiera se cuecen habas, no son ustedes los unicos que sufren de este mal carroñero de los politicos y sus ideas revolucionarias para cambiar al pais y supuestas promesas de un mundo mejor.
Pues sí, Perla Saucedo, no somo los únicos, veo que la cosa está bastante generalizada.
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