Las autoridades de la prisión tratan de ayudar a los niños encarcelados por delitos no cometidas por ellos. Intentan enviarlos a escuelas normales y hacer algo por sus vidas fuera de la prisión. Pagan su educación y mantenimiento mientras sus madres se encuentran presas. Neha ha visto cómo se hacía con otros niños, pero desafortunada ella, sólo puede contemplarlo y no formar parte de ellos.
En el confinamiento, los días y los meses transcurren sobre ella como una calina. Tiene siete años, o al menos eso dice su madre, aunque ninguna de las dos está muy segura de ello. Desde hace seis está en prisión junto con su madre Kausalya, de la que le han contado que está condenada por tráfico de mujeres. También ha oído que ella podría no ser hija de su madre, sino que la habría secuestrado en alguna parte. Ella no sabe si creerlo, porque no tiene memoria fuera de aquellos muros, ya que cuando ingresó apenas contaba un año de edad.
Neha se pregunta por qué su madre no la deja asistir a la escuela fuera de la prisión junto con los demás niños. No tiene valor para preguntarle, porque Kausalya tiene un genio muy fuerte. Pero piensa en ello muchas veces.
Viven en una prisión abierta, apartadas de la puerta principal de entrada a las celdas de mujeres. No están tras los barrotes todo el tiempo. Es como una pequeña aldea. Hay grifos públicos donde las mujeres hacen cola por las mañanas para recoger agua, lavar o tomar un baño. Hay un parque grande para que jueguen los niños, con columpios, balancines y diapositivas. A Neha le encanta jugar allí con sus amigos.
Pero lo que más le gusta es la escuela, donde consigue aprender muchas cosas nuevas cada día. Es una pequeña habitación aireada y ellos, los niños que viven en la cárcel con sus madres, acuden cada mañana a recibir sus lecciones de los profesores que vienen del exterior y les traen un soplo de libertad. Tiene una pizarra enorme y también una televisión donde a veces ven películas para niños. Se sientan en el suelo y atienden a las explicaciones de los profesores con detenimiento. Neha espera ansiosa cada día la hora de ir a la escuela, porque es su pequeña ventana al mundo exterior.
Ya ha aprendido a deletrear, a leer y a escribir. Puede recitar el alfabeto inglés y resolver problemas aritméticos. También les enseñan canciones, que cantan a coro, y bailes.
Neha sueña con volar lejos de aquel lugar, de la oscuridad y de los altos muros que la atrapan. Quiere correr fuera y jugar en los verdes espacios abiertos con sus amigos.
No es que no haya tenido ocasión, sino que su madre se lo impidió. La jefa de las carceleras trató de convencer a Kausalya para que la enviara a un colegio normal en Calcuta, uno de los mejores, donde podría recibir una buena educación. Además, podría salir de la prisión y llevar una vida normal. Ella dijo que Neha es una estudiante brillante, pero su madre se negó en redondo y después de un tiempo dejaron de intentar convencerla, porque su madre se enfurecía demasiado.
Neha ha visto a dos de sus amigos salir de la prisión para estudiar en escuelas del exterior y ha escuchado por bocas de sus madres lo felices que son. Las llaman desde la escuela y les cuentan las muchas cosas que hacen allí.
Neha envidia a veces su libertad y desea estar como ellos, porque odia los altos muros que la enclaustran entre cuatro esquinas. Quiere volar, pero le han cortado las alas.
Su madre le dice que pronto la pondrán en libertad y que irán de nuevo a Delhi, donde sus parientes la pondrán en una escuela. Pero pasan los meses y la ansiada libertad no llega. Neha, mientras tanto, ve marchitarse los días asida a un sueño encerrado entre cuatro muros de hormigón en una cárcel de Calcuta.
Neha se atrevió a contar su historia a Nilanjana Bhowmick, corresponsal de Sweeble en esa ciudad.
1 comentario:
Q historia tan bonita!Es increíble como los niños que peor acceso tienen a la educación son los que más ávidos de aprendizaje están...Una abrazo...
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