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09 septiembre 2014

Refugiados sudaneses sobreviven a duras penas en los campos inundados


La temporada de lluvias ha convertido el campo de refugiados sur-sudaneses de Lietchuor, en Etiopía, en un enorme lago salpicado de islas. Como consecuencia de ello, la Administración para los Refugiados y Retornados (ARRA) y el ACNUR han decidido cerrar una instalación que albergaba a cerca de 40.000 refugiados, por lo que ahora deben localizar otro sitio donde poder reubicarlos adecuadamente. 

La organización médico-humanitaria Médicos Sin Fronteras (MSF) ha informado en un comunicado que “las fuertes lluvias y las inundaciones también han dañado gravemente los campos de tránsito de Pagak y Pamdong, en la misma región de Gambella”. 


Pero el lugar más afectado, añaden, es el campo de Lietchuor, “que está ubicado en un terreno plano y que tiene un suelo arcilloso en el que se acumula fácilmente el agua. Las cabañas de barro que habían sido recientemente construidas han quedado sumergidas. La carretera, una franja de terreno elevado, es la única zona que sigue habitada por grupos de refugiados que se alojan en tiendas”. 

Según MSF, “el resto se ha ido. Cientos de ellos han encontrado refugio en pueblos cercanos, donde han sido acogidos por la comunidad o en las iglesias”. También informan de que durante la última tormenta, el pasado 24 de agosto, algunas edificaciones quedaron destruidas. 

La base de Médicos Sin Fronteras (MSF) en este campo “se inundó y el viento arrancó los plásticos que cubrían el techo de la tienda, por lo que fue necesario realojar al personal en otros lugares”. Además, “las letrinas del campamento, que habían sido construidas con prisas, quedaron obstruidas y empezaron a desbordarse”. 

Sin embargo informan de que “las instalaciones médicas de MSF han resistido bien. El hospital, la maternidad, el centro de nutrición terapéutica intensiva —que cuenta con un total de 107 camas— y el centro de salud, continúan operando”. 


Los pacientes están todos ubicados en sus respectivas camas y permanecen secos, gracias a que el equipo de logística de MSF elevó esas tiendas entre 30 y 40 centímetros y las rodeó de un sistema de drenaje. 

“Para proteger el hospital antes de la temporada de lluvias tuvimos que hacer venir 100 camiones. Cada uno trajo 5 metros cúbicos de tierra”, dice Suzanne Ceresko, coordinadora de logística de la organización. 


“El hospital de MSF es ahora una isla. Para que no se inunde también, cada día que llueve tenemos que bombear el agua hacia fuera”, añade Ceresko. La logística es un componente vital del trabajo de MSF en este campo, pero supone un coste económico considerable. 

Lo más importante ahora es encontrar un emplazamiento adecuado que no se inunde, un lugar como el que alberga los campos de Kule y Tierkidi, pero en el que también haya árboles que puedan dar protección contra las altas temperaturas de la estación seca, y de los que se pueda extraer leña con la que hacer el fuego necesario para preparar los alimentos. 


Además, este nuevo lugar tiene que cumplir con una serie de medidas que garanticen la seguridad de las personas refugiadas. Ninguno de los lugares identificados hasta ahora por las autoridades —Nip Nip, Dima y Pugnido— cumple con estos criterios. 

MSF está preparada para ofrecer atención médica a los refugiados una vez sean trasladados a un lugar apropiado. Mientras tanto, los equipos de la organización médica siguen prestando atención en el campamento de Lietchuor, donde continúan aumentando las necesidades. El mayor número de consultas que se reciben estos días son pacientes aquejados de malaria o que presentan infecciones respiratorias. También llegan muchos casos de hepatitis E y de ictericia. 


En opinión de la organización médico-humanitaria “las condiciones higiénicas actuales amenazan la salud de la población, sin embargo aún no se han producido casos de cólera”. MSF pudo finalizar el pasado 23 de agosto la campaña de vacunación en Lietchuor, en la que inmunizó a más de 39.000 personas contra esta enfermedad. 

Por otra parte, el hospital de MSF situado en Itang, que tiene 120 camas y cerca de los campos de Tierkidi y Kule, también está inundado. El dique que había sido reforzado para proteger el hospital cedió durante una tormenta a finales de agosto y 35 pacientes tuvieron que ser trasladados a otras tiendas. El resto fue llevado a instalaciones de otras organizaciones. La clínica donde se realizaban el 80% de las consultas para los refugiados y para la población local ya no está operativa.





Fotografías de Fernando G. Calero

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