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27 mayo 2014

La caspa se pone de los nervios

La caspa de la aldea túrdula se ha puesto nerviosa. Ha sido conocerse los resultados de las elecciones europeas y los nervios han aflorado porque avistan en el horizonte no ya tan lejano la posibilidad de que el populacho pueda tener acceso a realizar alguna transformación en su Sevilla rancia. Es lo que tiene creerse dueños de algo que no les pertenece.

Lo que Chaves Nogales denominaba “el panderetismo sevillano” está que se sube por las paredes porque el mapa político de la ciudad ha cambiado y no veas de qué manera. A Zoido parece no haberle funcionado la atávica táctica de convertir la ciudad en “un inmenso abrevadero”, como diría Carlos Mármol, un centro comercial “full time” o un descomunal altar al aire libre. Eso ya no funciona. Tampoco soluciona los problemas reales de la gente.

Y la caspa, la fiel infantería, se ha puesto presta a la faena, no vaya a ser que nos cambien algo sin darnos cuenta y Sevilla deje de ser nuestra Sevilla. Esos que cuando alguien se atreve a poner en cuestión su añeja visión de lo que es una sociedad lo acribillan a improperios y dibujan una diana mediática en la frente a todo aquel que critica el exceso de liturgia procesional que padece la ciudad están que no se aguantan porque los ciudadanos, esos ignorantes de la esencia de su urbe y de sus tradiciones, han propiciado la irrupción de una opción política inesperada y que pone en serio peligro su inmemorial status quo.

Como buen tercio de Flandes que se preste, la caspa ha comenzado a cargar los titulares y apuntar al nuevo enemigo del orden establecido. Porque una cosa es democracia y otra que se les toque los cojones. Así hoy se ha podido ver a uno de los pseudo-literatos del régimen escribir “Bebamos” para referirse con sarcasmo pueril y mucha mala leche a Podemos, la flamante formación que se ha aupado hasta el tercer puesto del panorama político local fruto del libre deseo popular expresado en las urnas. En su idílica patria, ya se sabe, la plebe no tendría ni voz ni voto, tampoco sitio. Aunque ahora toque aguantarse por imperativo legal.

Vendrán más. Porque ellos son los únicos que tienen licencia para difamar y desprestigiar a todo aquel que no piense igual. Porque entre sus filas es permisible llamar “niñata” a una periodista por formular una pregunta incómoda sobre el rey o que tiene “cara de película porno” a toda una ministra del Gobierno de la nación. Los abrevaderos del poder exigen esa clase de abusos cuando tocan tiempos malos.

Y también porque, en el fondo, se la suda aquello de la soberanía popular y el dictamen de las urnas. Qué carajo, el único voto válido es el suyo. Que para eso tienen comunicación directa con dios y con el que les paga la manutención. Con eso sobra. Los voceros del régimen siempre siguen esas pautas, aunque después se les llene la boca —la chica— con la palabra respeto y otras sandeces por el estilo. Pobre pellejo el de Podemos.

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