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21 mayo 2014

En fotoperiodismo hay poco aguante al sufrimiento



Son las ocho de una tarde ventosa en la Plaza del Triunfo. La riadas de turistas que recorren en manadas el centro de la ciudad se retiran a sus cuarteles de invierno en busca de la bien ganada cena. En una de las esquinas, sobre el empedrado justo delante del arco que da acceso al Patio de Banderas, un grupo charla de manera animada. Son periodistas, profesores de universidad, fotógrafos y algún que otro espectador.

En breve dará comienzo la inauguración de la exposición “La noticia revelada” en la Casa de la Provincia. Una muestra recuperada por el Centro de Estudios Andaluces, una fundación adscrita a la Consejería de Presidencia de la Junta de Andalucía, en la que se exponen las 26 fotografías ganadoras del Premio Andalucía de Periodismo entre 1988 y 2013.

Tras la inauguración se celebra una mesa redonda con el lema “Ojos que no ven… Amenazas y fortalezas del fotoperiodismo”. Intervienen Emilio Morenatti y Ricardo García Vilanova, dos excelentes fotoperiodistas, Manuel Medina, catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Sevilla y Nieves Limón, doctora en investigación en medios de comunicación y profesora del Departamento de Periodismo y Comunicación Audiovisual de la Universidad Carlos III de Madrid. Modera Mercedes de Pablo, periodista y directora del centro.

Antes de que comience el acto, Ricardo trastea su móvil sentado solo en la mesa. El flequillo deshilachado recorta su perfil egregio en la luz ya casi mortecina que inunda la sala. Emilio, con el pelo encrespado en un derrame permanente sobre su frente, manipula su Mac para adaptar la resolución de pantalla al proyector del cañón. Ambos lucen barba un tanto descuidada y un aspecto como de no estar presentes, como si sólo se encontrase allí sus miradas, esas que tantas veces nos han mostrado el mundo.

Abre el debate el jurista. Medina explica que el marco normativo de la imagen periodística es muy riguroso y restrictivo, pero muy simple. “La regla general es muy elemental: prohibido captar, reproducir o publicar imágenes de una persona sin su consentimiento”, dice. Luego hay que tener una ristra de excepciones largas y complejas desperdigadas por la ingente jurisprudencia del Tribunal Constitucional. La información ha de versar sobre un asunto de relevancia pública y la imagen del particular debe aparecer de una forma meramente accesoria para que sea legal. Ahí está la madre del cordero. “Porque eso depende de la percepción de cada cual”.

Vilanova exhibe su voz de pozo y le espeta “si eso fuera así no existirían los periódicos”. Morenatti lanza una pregunta retórica a la sala: ¿por qué yo no puedo grabar a un policía trabajando en un lugar público y a mí sí me puede grabar una cámara de seguridad?. El jurista explica que la cámara es una toma fija, no garba a nadie en particular. El fotoperiodista dicta entonces un consejo a la audiencia: “cuando un policía te pida que borres una foto le dices que lo haga él mismo. No lo hará porque saben que no pueden hacerlo. Está comprobado”.


A continuación se debate sobre la veracidad de las imágenes, los retoque s fotográficos y los fotomontajes. Medina aclara que hay jurisprudencia que determina que la manipulación se entiende como una caricatura, siempre y cuando la manipulación sea perceptible por el lector. “Si existe manipulación subliminal, que pasa desapercibida al lector, siempre prevalece el derecho a la propia imagen”, concluye.

Nieves Limón defiende que la manipulación fotográfica forma parte de la construcción digital de la imagen y, por tanto, sirve para fines informativos. Añade que cuestiona el mito de que la imagen es un fiel reflejo de la realidad, algo con lo que está en desacuerdo, “porque la fotografía es una construcción, una estrategia de sentido en manos de quien la quiera utilizar”.

La doctora explica que la sofisticación tecnológica a la que se está llegando en la construcción digital de la imagen es un reflejo del perfeccionamiento conceptual de la fotografía, “que ha pasado de ser reflejo de la realidad a una representación de la misma”. Esto hace que la responsabilidad vuelva a manos de los fotógrafos, que son quienes construyen la imagen y los que han de responder del uso que hacen de ella. “La imagen no es sólo un objeto visual, también es un objeto conceptual —añade— y la relación entre el referente y la realidad está cambiando bastante”.

Morenatti afirma que la mayoría de los fotógrafos de este país que han sido despedidos por manipulación lo han sido por buscar una foto más bonita. “No se trata de una cuestión ideológica, más bien es la búsqueda de la belleza”, aclara. Vilanova defiende que los límites radican en no alterar la imagen y que la norma debe ser la credibilidad. “para mí es inaceptable el preparar una imagen que no existe en la realidad, le quita todo el valor”, añade. El límite es no perder la honestidad. “Si pierdes esto, pierdes todo el sentido de la profesión, que es informar y denunciar”, concluye.

Emilio Morenati saca a la palestra el caso de Agustín Centellas. “En la guerra hay ángulos imposibles y él los viola todos, no se entiende cómo no lo mataron”, explica. Aclara que ahora las empresas se han vuelto mucho más estrictas con la manipulación de imágenes y hay mucha más vigilancia al respecto. También expone el caso contrario, una fotografía de Sarah Palin publicada en la portada de la revista Newsweek por la que la política llevó al medio ante los tribunales “porque no le corrigieron las patas de gallo”. El mundo al revés.

El último tema a abordar es la precariedad en la profesión. Vilanova se posiciona desde el principio. “Yo soy el precario aquí, el desgarramantas”, aclara. Explica que la crisis arrancó en Libia, cuando fallecieron dos fotógrafos americanos, y a partir de entonces los medios deciden dejar de colaborar con los freelance por los altos costes de los seguros. “Sólo un 5% de los freelance pueden sobrevivir con su trabajo”, sentencia.

Morenatti discrepa. “No son malos tiempos, es que hay poco aguante al sufrimiento”, añade. La vieja teoría de que hay que arrastrarse por las inmundicias de una redacción sobreviviendo a expensas de comer sobras hasta que te hagas un hueco en la profesión. No es el primero al que se escucha defender tal atrocidad. En su opinión, el camino es la especialización. “El ser el mejor en una especialidad concreta”, matiza. Y añade que el arte está comprando periodismo y eso supone otra salida. “El arte está comprando realidad”, concluye.

Ricardo García Vilanova expone que el problema es la demanda. “Hay mucha gente que está trabajando por ahí en este tipo de historias y no hay medios que te puedan comprar un trabajo”, aclara. Pero no deja pasar la ocasión para hacer autocrítica. “La culpa es de los freelance por aceptar las condiciones que estamos aceptando”, lamenta. Gran Verdad. Malos tiempos para el periodismo romántico.

Ya ha oscurecido sobre la bóveda de cristal del patio central de la Casa de la Provincia. En la planta primera, las fotografías de los ganadores del Premio Andalucía de Periodismo duermen arropadas por las sombras. Afuera, los turistas aburridos caminan derrotados hacia sus habitaciones de hotel. La ciudad en espectáculo permanente ha concluido su show por hoy. Uno de ellos asoma su cabeza tras la puerta de cristales batientes cuando ya todos los asistentes comienzan a marcharse.

—Soy turista, ¿qué hay aquí?— pregunta al vigilante jurado.

—Nada, vainas de periodistas—

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