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25 enero 2012

Zoido y la eterna promesa de Tussam


Puedo prometer y prometo. En esa célebre frase de Adolfo Suárez se condensa a menudo toda la ciencia que ciertos políticos suelen utilizar a la hora de elaborar y dar a conocer sus propuestas. La frase, como es notorio, no dice nada sobre cumplir. Los políticos generalmente tampoco. Pero no más rozar la piel adictiva del poder, todos se jactan de haberlo hecho de manera incontestable. Para lo demás están las hemerotecas que, además de desagradecidas, conllevan un arduo y a veces estéril trabajo.

El hoy Alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, igual que el que fue primer presidente de la nueva democracia española, pudo prometer y prometió durante la campaña electoral bastantes actuaciones en Tussam. Tocaba hacerlo, igual que ahora toca cumplirlo.

Zoido, entre otras cosas, se comprometió a salvar la empresa, mantener los puestos de trabajo y conservar su titularidad pública. Y, aunque bien es cierto que apenas lleva algo más de seis meses al frente del consistorio, la lentitud para poner en práctica las medidas necesarias y el afloramiento permanente de los problemas de liquidez que han impedido el pago regular de los salarios hacen planear serias dudas sobre la plantilla, que está sumida en un clima de incertidumbre que ya se prolonga demasiado.

La primera promesa que cumplió fue la de reincorporar a los trabajadores de la bolsa de eventuales que tanto tiempo se llevaron acampados en Plaza Nueva en demanda de su puesto de trabajo. Zoido no ha dudado en reingresar a toda la bolsa de manera paulatina, y ya en este año todos tendrán al menos seis meses de contrato. Es lo que ya se conoce como “palabra de Zoido”. El aplauso fue generalizado, y con razón.

Sin embargo, también prometió hacer una auditoria que hasta ahora ha brillado por su ausencia. Y para poder articular un plan de viabilidad en una empresa tan compleja, es necesidad prioritaria conocer al milímetro el estado de sus cuentas. Dijo que iba a poner al frente de la empresa a “profesionales” y hasta ahora se ha limitado a designar un nuevo gerente, enviando al anterior al paraíso de los sueños perdidos de la AIE, donde sigue cobrando de las arcas de Tussam. Ganancia a primera vista no hay ninguna. Explicación tampoco la ha habido.

Entre sus propuestas también figuraba la articulación de un plan de financiación de la deuda que lastra las cuentas de la empresa como una losa granítica. A día de hoy no se tienen noticias de él y esta circunstancia tiene paralizada la negociación del nuevo convenio colectivo y el que se acometa el loado plan de viabilidad que garantizará el futuro de quienes en ella trabajan. También está pendiente el abanico de medidas encaminadas a incrementar los ingresos atípicos de la compañía, aunque hubo leves intentos de iniciar ese camino.

La única medida que se ha tomado en el plano económico es la de abrir una línea de ahorro de costes en lo relativo a las revisiones de las funciones y el destino del personal en los servicios centrales, que superará el medio millón de euros, y una reducción en gastos corrientes de otros 260.000, consistente en unificar contrataciones externas para reducir su coste en materia de limpiezas de autobuses y edificios.

Por lo demás, ni siquiera las cantidades presupuestadas por la extensión de la gratuidad del abono de la tercera edad son definitivas. A mediados de año la empresa tiene la intención de llevar a cabo una valoración del uso de dicho título de viaje para, en el que caso de que las cifras se disparen, renegociar con el Ayuntamiento el sobrecoste en forma de nuevas aportaciones, a ser posible.

Y cómo no, resta el tan anhelado Plan de Reestructuración de líneas, una herramienta básica y fundamental para acometer cualquier propuesta de viabilidad futura. Hasta ahora se ha reducido a algunas pinceladas, como la prolongación de los terminales de algunas líneas a lugares más céntricos, la recuperación de la línea a la Pablo de Olavide y poco más.

La medida está dando sus primeros resultados en el índice de recuperación de viajeros, el verdadero talón de Aquiles del equipo de gobierno anterior. Tussam está recuperando clientes, es cierto y eso es bueno para las arcas de la empresa. Pero el reordenamiento de las líneas es necesario completarlo para acelerar e incrementar dicha recuperación.

Hoy ha publicado el diario 20 Minutos la información que ilustra este post. Está elaborada con los datos de la encuesta de Movilidad en las regiones urbanas de Andalucía que recaba anualmente el Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía. El titular ya es bastante descriptivo de por sí, pero ahondando en su contenido se observa que destacan dos motivos por encima del resto: que no hay servicio para llegar al destino y que nunca saben lo que van a tardar cuando se montan en uno.

Además, se da la paradoja de que los encuestados valoran el servicio con un 6,3, mientras que en las encuestas de satisfacción que Tussam realiza regularmente esa valoración alcanza el 7,10 en 2010. No es la primera vez que ocurre, ya con los datos hechos público hace unos días del XIII Barómetro Socioeconómico de Sevilla (pdf), elaborado por la Fundación Antares Foro y el Centro Andaluz de Prospectiva, se daba la misma circunstancia y con el mismo margen de variación.

Queda claro que ambos sondeos ponen de manifiesto la necesidad de acometer cuanto antes esa reordenación de líneas en una ciudad que la tiene pendiente desde la celebración de la Expo’92. A no ser que la ciudad no haya cambiado desde entonces, ni las necesidades de la gente en movilidad tampoco.

Es cierto que no se le puede exigir al Alcalde que haga en siete meses lo que otros no fueron capaces de hacer en casi tres lustros. Pero sí recordarle unos compromisos decisivos que, al igual que los futbolistas mediocres, no pueden morirse como eternas promesas.

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