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24 enero 2012

Concentración en las setas por el desalojo de la Encarnación


Mal asunto cuando un periodista puede contar con toda comodidad a los asistentes a una acción de protesta. Hoy en las “setas” de la Encarnación de Sevilla se han concentrado alrededor de 70 personas en protesta por el desalojo producido esta misma mañana del antiguo mercado de abastos, que el movimiento 15-M mantenía ocupado desde el pasado 30 de octubre. El acto había sido convocado y difundido a lo largo del día a través de las redes sociales por los perfiles vinculados al movimiento sevillano.

Por lo visto, las redes ya no son lo que eran. Igual sólo sirven de refugio. O bien este tipo de acciones de ocupación de edificios abandonados, más propias del movimiento okupa, disgregan aún más al ya de por sí cada vez más desintegrado movimiento ciudadano.

El desvanecimiento progresivo de las cada vez más esporádicas acciones del movimiento 15-M en la ciudad hace que se perciban con cierta nostalgia aquellas manifestaciones multitudinarias y festivas celebradas durante las dos últimas campaña electorales. Algo que da que pensar.

Pero hoy, en el día de los periodistas, no me podía venir de allí con tan poco que contar. Y la historia me ha asaltado durante el encuentro con un amigo y la conversación que hemos mantenido sentados en unos de los escalones de las escalinatas de granito de las “setas”.

Es un chico joven, de entre 23 y 24 años, cuyo nombre me reservo porque en este caso carece de importancia. Siempre hemos coincidido en todos y cada uno de los actos del 15-M, aunque nos conocíamos de bastante antes, de cuando compartíamos aula en la Facultad de Comunicación de Sevilla. Es una persona muy preparada, licenciado en periodismo, con un máster y acabando el doctorado. El paquete completo. Y además tiene los pies bien plantados sobre la tierra.

Me ha contado de sus desesperación, del desengaño después de tantos años de esfuerzo y de superación para agenciarse una formación adecuada. Tiene ya decidido marcharse del país en cuanto acabe su doctorado rumbo a Latinoamérica.

Hace ya mucho, me decía, que ha renunciado al sueño de trabajar en un periódico y vivir de los que le apasiona, el periodismo. Lo hizo cuando estuvo durante el período de prácticas en una célebre cabecera del sur por 200 “miserables” euros al mes.

Está convencido de que mientras los periodistas acepten ese tipo de condiciones laborales, la precariedad no abandonará nunca la profesión. Aunque sí los lectores, porque la información que se hace es de mala calidad. Por ese convencimiento se ha negado sistemáticamente a hacer cualquier otro tipo de prácticas similares en los medios. Y ha sacrificado el sueño de toda una vida para intentar tener una oportunidad de futuro.

Ahora ha enfocado su porvenir a trabajar en lo que sea para conseguir un plaza de profesor en la universidad. Hacia esa meta encamina todo su esfuerzo de los próximos años. Así de triste es la historia de mi amigo, y así de trágica. Feliz día de los periodistas.

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