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20 diciembre 2011

La luminotecnia de Zoido

Me está llamando la atención en estas fechas esa pronunciada tendencia que tiene Zoido por el espectáculo que busca la espontánea aceptación popular y la imponderable habilidad que demuestra para sacarle beneficio en provecho propio.

Que Zoido sabe venderse como nadie no hay quien lo dude a estas alturas. Es incuestionable su apabullante éxito en la carrera a la alcaldía. Pero tanta parafernalia a bombo y platillo me recuerda demasiado al “panem et circenses” de Juvenal. Lo que supondría un potencial peligro letal para la ciudad.

No está mal el esmerado ahínco en proporcionar espectáculos rimbombantes de luz y color de cara a atraer a la gente a una ciudad que ha comenzado el siglo veintiuno demasiado a ras de suelo. Probablemente la intención sea la mejor de todas y eso le honra.

Impulsar espectáculos como el mapping en la fachada del ayuntamiento, la fastuosa pista de hielo instalada en el Prado de San Sebastián o la futura iluminación añil de la Giralda la tarde de reyes, sumándole el gran lanzamiento mediático del alumbrado navideño, con toda seguridad tiene efectos de bonanza sobre la paupérrima economía de la ciudad. Incluso también puede que levante el ánimo de más de un corazón abatido. Y todo ello es loable.

Sin embargo los árboles no deben impedir nunca ver la profundidad real del bosque. Porque, por mucho efecto especial que se utilice, la profusión de luminotecnia no logrará atenuar la amarga sensación de que, posiblemente, nos encontramos ante una de las navidades más tristes de nuestras vidas. Sólo hay que echar un breve vistazo a nuestro alrededor, a la altura de la calle, para comprobarlo.

Con el lamentable añadido de que aún hay posibilidades más que ciertas de empeorarla en un futuro no demasiado lejano. Demasiada tristeza para ser sofocada a base de un aluvión de luces destellantes. Y eso tampoco debe olvidársele a un alcalde.

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