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07 agosto 2011

Campañas electorales a juego con la crisis

Pero no por la crisis económica y financiera, que nos aprieta los cinturones hasta imposibilitarnos la respiración. A juego con la crisis de un sistema cuestionado en las calles por las gargantas de cientos de miles de ciudadanos que exigen acabar de una vez con la farsa. Los mensajes políticos entonces se ven obligados a cambiar, a adaptarse a las nuevas circunstancias, si es que saben. Sobre todo en un partido, el PSOE, que todavía no ha digerido una debacle electoral sin parangón cuando ya se le vienen encima otras nuevas.

Ya lo intentaron en Sevilla, durante las municipales, y el resultado no pudo ser más desastroso. O sí, depende. Enarbolaron una campaña que pretendía ser cercana a la ciudadanía, alejada de los grandes actos masivos en torno al líder de turno. Pero hasta en esos lares próximos les costaba completar el aforo de los actos, rebosar los escenarios como en otras ocasiones. La gente parecía no estar dispuesta a acudir a encuentros en los que no creían. Y dicho desencuentro multitudinario tuvo su fiel reflejo en el espejo de los resultados de las urnas. Aunque tarde, al final acabaron por reconocerlo: los ciudadanos ya tenían decidido desde mucho antes no volver a confiar en ellos. Es la cruda realidad, los porqués son harina de otro costal.

Ahora, con Rubalcaba y sin debate de ideas previo, vuelven a la carga con la misma cantinela. Anuncian una campaña más cercana al ciudadano, a pie de calle como se suele decir. Se olvidan con sospechosa frecuencia de que precisamente lo que mosquea e indigna al ciudadano es ese intento de cercanía que curiosamente sólo se produce ante la inminencia electoral.

Carlos Carnicero lo denomina “la ficción de la política”, el inicio de la marginalidad. Se renuncia a la posibilidad de los grandes mítines multitudinarios y se apuesta por los actos pequeños con una repercusión mediática desproporcionada y grandilocuente. Una apuesta de marketing político que esconde una aridez de alternativas y de propuestas verdaderamente alarmante.

Eduardo Mendoza lo explica a la perfección por boca de uno de los personajes de “Mauricio o las elecciones primarias”, los políticos suelen tirar de estos actos cuasi marginales como disfraz y como toma del pulso real del electorado. Aunque se corra el peligro de que los resultados no sean los esperados. “Los que vociferan en los mítines son convencidos y si se organizan estos saraos es sólo para salir en la tele, para dar sensación de sobreabundancia”, afirma el personaje de Mendoza.

Hoy la sobreabundancia brilla por su ausencia, lo que comienza a convertirse en un grave problema para el PSOE. Cuando un partido político, y más si se considera de izquierdas, tiene que salir a las calles para pulsar la voz de la ciudadanía es que algo grave está fallando. Y el fallo afecta a todo el sistema si esos mismos ciudadanos tienen que recurrir a las calles para hacerse oír. La política es diálogo sobre todo, no puede convertirse en monólogo so peligro de tornarse inútil. Y éso no hay campaña electoral que lo remedie.



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