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09 julio 2011

Zoido y el PGOU

Carlos Mármol

“En teoría, el alcalde tiene dos opciones: o incrementar la edificabilidad comercial contemplada por el PGOU en estos suelos –asignarle 41.000 metros cuadrados más a sus propietarios– o ampliar el tope previsto en las ordenanzas del Plan en todos los suelos de uso productivo. Este límite está ahora fijado en un 49%. La primera opción es completamente ilegal. Varios juristas consultados señalan que si el PP optase por esta vía –un incremento de edificabilidad ad hoc– entraría en el supuesto jurídico de una “reserva de dispensación”, algo expresamente prohibido por la ley del suelo.

¿Qué es una reserva de dispensación? Explicado en términos llanos: una recalificación a la carta con un único beneficiario. Ikea. Dicha decisión perjudicaría a todos los demás propietarios de suelo de Sevilla, que tienen idéntico derecho a recibir este regalo. La sucesión de impugnaciones en los tribunales estaría cantada. Los motivos son evidentes: una administración no puede tomar decisiones urbanísticas en beneficio de un único propietario, sino con carácter general. Para todos.

La segunda opción –un cambio en el tope máximo de edificabilidad comercial– solventaría este problema. Pero implica meterse en otro jardín:si el PP opta por alterar la normativa del PGOUestaría haciendo un cambio “estructural” del Plan General. Una modificación de tal magnitud que, además de afectar a la seguridad jurídica integral del máximo documento urbanístico de Sevilla, implica que la última palabra no será de Zoido, sino de la Junta. El gobierno local sólo puede aprobar la recalificación dos veces en los foros municipales. La aprobación definitiva –que es la jurídicamente relevante– es autonómica. Si implicase un cambio del modelo urbano, no será aprobada. A Zoido sólo le quedaría acusar a la Junta de paralizar el proyecto. La confrontación. Pero, a efectos prácticos, no arreglaría las cosas. La razón: que un buen fin no justifica determinados medios. Una lección que ya nos enseñaron los clásicos.”

Más en “El caso Ikea: el fin y los medios”.



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