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01 abril 2011

Una campaña electoral con las habas contadas

Las circunstancias de los tiempos que vivimos y la realidad incuestionable de que en este país las administraciones no están para tirar cohetes, ni mucho menos, hacen de esta campaña electoral un acontecimiento atípico y, si me apuran, con tintes surrealistas.

Las mermadas arcas del ayuntamiento y la crisis que nos gobierna obligan a los candidatos a no aventurarse en grandes proyectos que se tornarían de inmediato en inviables. La menguada capacidad de respuesta de los alcaldables desemboca sin remedio en una sucesiva reiteración de propuestas.

Las promesas electorales, además de ajustarse con más esmero a la realidad, se repiten no ya en los programas de los diferentes candidatos, sino incluso en las intervenciones en los lugares que visitan en sus recorridos por la ciudad. La cualidad más notable de esta campaña que vivimos es, sin duda, la cacofonía.

Es esta una campaña de marcaje férreo, donde los candidatos están más pendientes del movimiento del rival para neutralizarlo lo antes posible que del recorrido de sus propias propuestas.

En dicho escenario, el adelantamiento al otro se convierte en la maniobra táctica por excelencia. Ser el primero en ofrecer una respuesta creíble a un problema determinado se convierte casi en garantía de éxito.

Por eso se insiste una y otra vez en las acusaciones de plagio de propuestas entre los equipos de comunicación de los diferentes candidatos. El triste resultado de este tipo de situaciones es que se les hurta el debate sobre la ciudad a los electores.

El horizonte no da para más, pero se agradecería un poquito de imaginación para ilusionar a la gente, algo vapuleada por los acontecimientos que se le han derramado encima en los últimos tiempos con el furor de una cascada tropical.

Así las cosas, los hechos sorprendentes y fuera de toda lógica se suceden y los ciudadanos se ven obligados a veces a devanarse las seseras para encontrar una explicación plausible a tanto comportamiento no previsible.

Resulta cuanto menos curioso que el candidato socialista a la alcaldía, Juan Espadas, después de reunirse varios meses con la representación sindical de Tussam, no encontrara una solución viable a la situación de la empresa y que al candidato popular, Juan Ignacio Zoido, le bastara tan sólo un encuentro con la representación sindical para satisfacer sus demandas.

Tampoco deja de ser llamativo que a Zoido, que ha manifestado por activa y por pasiva que su hoja de ruta no pasa por privatizar empresas municipales, se le haya escapado firmar el Pacto por el Agua, promovido por la ONG Ingeniería sin Fronteras, suscrito por las demás fuerzas políticas que se presentan a los comicios y que pretende garantizar la pervivencia de Emasesa como pública.

O que Antonio Rodrígo Torrijos, candidato de IU y socio de gobierno en el Ayuntamiento, se vea imposibilitado de hacer cumplir al equipo de gobierno del Ayuntamiento la moción a favor de los eventuales de Tussam que su propio grupo promovió ni aún estando en campaña electoral.

Son sólo algunos ejemplos, pero muy ilustrativos, de lo complicada que se está haciendo esta campaña, quizás demasiado prolongada para las posibilidades reales que presentaba. No hay para tanto juego, es cierto, pero hay que cumplir escrupulosamente el protocolo, a pesar de que en la mayoría de los casos se podían haber ahorrado el dinero. Las habas, guste o no guste, están más que contadas.



2 comentarios:

Phoebe dijo...

Lo de la moción de IU sobre los eventuales de Tussam tiene su historia: según tengo entendido, los eventuales se reunieron con el PP y éstos les aseguraron su apoyo, pero les aclararon que, de llevar ellos la moción, jamás saldría adelante, porque el PSOE se opondría. Les plantearon que la mejor estrategia era llevar sus propuestas a IU, porque el PSOE no tendría excusas para oponerse a su socio de gobierno.
Por eso, el día que se aprobó la moción, en octubre, los pocos representantes que accedieron al Pleno como público, increparon a Torrijos, a pesar de que defendió la moción, acusándole de llevar la empresa municipal de transportes a la ruina. Claro que, la cosa se calentó bastante más cuando le tocó hablar a Fran Fernández... Al final, terminaron expulsados, aunque con la moción aprobada bajo el brazo. Eso sí, no ha sido más que papel mojado, y ahí están los pobres, en la Plaza Nueva.

Gregorio Verdugo dijo...

Phoebe: no es nada descabellada tu interpretación.