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06 abril 2011

Las palabras de los políticos

Las palabras nos atan al mundo, nos retratan ante los demás. Las palabras que decimos, las que pronunciamos, y también las que callamos, nos fijan como anclas a lo que en realidad somos y nos desnudan ante los ojos de los otros.

El tiempo es el reloj que marca el ritmo de las palabras, el que las pone en su sitio, el que las ordena con la precisión de un bibliotecario experto y conforma los mapas verbales de los seres humanos, ese espejo en el que todos acabamos encontrando nuestro retrato.

Las palabras ya no se las lleva el viento, por fortuna, sino que perduran y sobreviven a la voz que les otorga vida, como un testigo molesto o como un sancionador inmortal de la coherencia de quien las pronuncia. Si los políticos fuesen juzgados por sus palabras, las pronunciadas y las enmudecidas durante su ejercicio en el poder, pocos serían quienes lograrían el ansiado trofeo de la reelección.

Pero el humano es un animal de memoria frágil y suele olvidarse con demasiada facilidad de las palabras que escucha, en especial aquellas que comprometen y cuyo incumplimiento puede ser interpretado como una ofensa. Ahí radica el juego de los políticos con el lenguaje, que sus palabras suenan a compromiso, pero rara vez lo son, y que, si se incumplen, otras palabras parecidas servirán para velar la afrenta, para disimularla e incluso justificarla, sin que el estatus del pronunciador cambie ni un ápice.

Un claro ejemplo es que, durante el largo proceso del escándalo de los ERE fraudulentos, hemos contemplado a diferentes políticos tratando de justificar lo injustificable para proteger a otros compañeros en cargos cuya labor ha sido puesta en evidencia en cuanto a su eficacia en la vigilancia de los destinos de los fondos públicos. Uno de ellos, el consejero de Empleo de la Junta, Manuel Recio, avaló la gestión de sus antecesores en el cargo en el caso de las prejubilaciones fraudulentas.

Sin embargo hoy nos desayunamos con que entra en vigor la nueva normativa que regula la concesión de estas ayudas y establece nuevos procedimientos más garantistas de manera que se eviten situaciones como las que se están viviendo en esta tierra. Es una forma de contradecir sus propias palabras, de relegarlas al rango de lo que en realidad fueron; unas declaraciones ex profeso para salir al paso de los ataques. Si se cambia la normativa de aplicación, implícitamente se está reconociendo que la anterior tenía fallos, los mismos sobre los que advirtió la Intervención en reiterados informes. Y esa normativa la firmó un antecesor suyo y la mantuvo otro con posterioridad.

Otro el que, en la retahíla de declaraciones que ha provocado la dimisión del ex consejero de Gobernación de la Junta, Luis Pizarro, hay unas que sobresalen por encima de las demás: las del vicepresidente tercero del Gobierno; Manuel Chaves, negando su enfrentamiento con el Presidente de la Junta, José Antonio Griñán. Palabras, cortinas de humo para apagar incendios imprevistos y velar la realidad. El rey se resiste a dejar el control del trono a su heredero. La realidad suele caminar en planos paralelos y contradictorios: él y el dimitido pensaban pedir la dimisión de Griñán tras las municipales.

Termino con dos citas textuales que hablan por sí mismas del mundo que se nos oculta:

Yo sé lo que hay y sigo votando. Si la ciudadanía de a pie supiera la verdad de muchas cosas, esto es una mierda, la realidad de los partidos políticos y cómo se mueven, habría un altercado”. Pronunciadas por el ex director de Mercasevilla e imputado, Fernando Mellet durante la conversación que mantuvo con dos empresarios de La Raza y cuya grabación dio origen al caso.

Como me tenga que poner a justificar el negocio de todas las personas con las que yo tenga relación y su posible vinculación con la Administración me volvería loco”. Pronunciadas por Iván Chaves, hijo del vicepresidente del Gobierno y ex Presidente de la Junta de Andalucía, en una conversación con los reporteros del diario El Mundo encargados de cubrir la noticia sobre sus dudosas actividades profesionales.

No hay palabras, ya no.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Efectivamente Grego no hay palabras, ya no. Han pervertido también el lenguaje a modo de malabaristas de las palabras, por ejemplo: cuando dicen Moderación quieren decir Explotación, cuando piden Sensatez se refieren a que sigamos siendo Gilipollas. No se cansan de pedirnos (significa exigir) o (imponer) o (congelar) moderación salarial significa pérdida de poder adquisitivo y aumento de la productividad, como si nuestros sueldos fueran excesivos.
No les va mal de todo utilizando las palabras y a cambio aplicando sus eufemismos. De seguir así acabaremos todos admitiendo que cobramos de mas porque en los años anteriores se no fue la mano en nuestras exigencias, que hemos sido abusadores de la buena fe de los políticos y empresarios, en definitiva hemos sido unos insensatos. Pero ocurre justo todo lo contrario, la inmoderación, también de las palabras, está en el poder, en los empresarios, en los directivos, ellos baten todos los record. Como bien dijo José Antonio Labordeta en el congreso “váyanse Uds. a la mierda”.
Salud Grego.