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19 abril 2011

La otra cofradía del lunes santo de Sevilla

Ayer estuve unas horas con los eventuales de Tussam acampados en Plaza Nueva. Fueron desalojados sin motivo alguno el domingo de Ramos, pero tras su denuncia contra el subdelegado del Gobierno los han dejado permanecer allí, un poco más atrás de donde se encontraban al principio.

Basta con acompañarlos ese par de horas en estos días tan señalados para percatarse de lo triste e injusta que es su situación y de la ausencia de sensibilidad y calidad humana de buena parte de nuestros políticos, responsables directos de la penosa situación que están atravesando.

En el epicentro de una ciudad engalanada para la ocasión con sus mejores ropajes, de un trasiego incesante de personas ataviadas con sus mejores galas para disfrutar de uno de los más formidables espectáculos que es capaz de ofrecer esta ciudad, bajo la atenta mirada de los miles de transeúntes atónitos y extrañados ante lo inhabitual de la escena, un grupo compacto de padres y madres de familia acompañados de sus seres queridos se aferra con desesperación a una lucha sin cuartel porque se garantice el cumplimiento de unos derechos ganados a pulso en una oposición legítima. Una instantánea de la cruda realidad incrustada en el corazón del ilusorio retrato costumbrista en el que Sevilla se convierte en estas fechas.

Ellos se esmeran en no estorbar, no molestar a quienes inundan las calles para disfrutar en primera línea la magnífica escenificación de tan singular teatro de los sueños. Se limitan a dejarse ver, sin abandonar nunca su actitud de profundo respeto y su determinación férrea a resistir a toda costa, charlando con todo el que se detiene para ampliar el conocimiento de su causa y recibiendo a diario centenares de muestras de solidaridad de gente anónima que se pone en su lugar y comprende el calvario por el que están pasando.

Con ellos estuvieron el candidato a la alcaldía por el Partido Popular, Juan Ignacio Zoido, y el viceconsejero de Vivienda de la Junta de Andalucía, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis. Ambos coincidían, dejando a un lado los colores y las ideologías, que en momentos tales lo más importante son las personas, las familias, porque la evidencia es siempre innegable y ese campamento improvisado es el fiel retrato al óleo de la desesperanza de casi un centenar de ellas.

Se comprometieron a hacer cuanto estuviera en sus manos para encontrar una salida a la situación, a pesar de que saben que la consecución de ese milagro no está al alcance de su buena voluntad en estos momentos. Es una lástima que otros políticos, como el candidato socialista a la alcaldía, Juan Espadas, no se haya decantado todavía por un comportamiento similar. Como ambos reconocieron, lo menos que pueden hacer es “dar la cara” ante ellos cada vez que pasan por Plaza Nueva. Y eso les honra.

Los “otros”, los responsables directos del enconamiento del problema a pesar de la moción del Pleno del Ayuntamiento aprobada por unanimidad en octubre pasado, gastan la totalidad de su tiempo en disfrutar de sus últimos días de palco, conscientes de las catastróficas consecuencias que su política de tierra quemada está dejando tras de sí en la hora de su definitiva salida del poder. Sevilla es así de dual, hasta en lo más excelso es capaz de mostrar dos caras contrarias y opuestas.

Muchos socialistas dan las elecciones por perdidas a tenor de lo que cantan las encuestas. Es comprensible, si ya es difícil luchar contra un rival crecido, ni te cuento cómo es hacerlo contra los elementos que se desatan en los mapas de isobaras del propio partido.

El comportamiento de los socialistas en todo lo que ha precedido al encuentro con las urnas se ha caracterizado por una total falta de coherencia con los principios que dicen defender y por una larga retahíla de puñaladas traperas y fraticidas entre las diferentes sensibilidades que habitan en sus filas, sobre todo por parte de quienes aún dormitan en las hamacas del poder, que han ignorado por completo a la base sustancial del sistema: los ciudadanos. Parece un chiste de mal gusto que quienes hicieron bandera del lema “Sevilla, la ciudad de las personas” hayan dido los primeros en saltárselas a la torera sistemáticamente y pisotear sus derechos y reivindicaciones legítimas a las primeras de cambio.

Así, no es que sea del todo imposible ganar unas elecciones ya difíciles de antemano per se, sino que es inaceptable que algunos intenten caminar por las calles abarrotadas con la cabeza erguida.



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