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10 febrero 2011

El narcisismo insaciable del gerente de Tussam







Hay quien cree que existe un dios de las pequeñas cosas, aunque yo no estaría tan seguro.

Lo que sí sé es que la grandeza, la mayoría de las veces, reside en los detalles nimios, en esas pequeñeces que nos retratan y donde se vislumbran las hechuras de la talla moral de un ser humano, sin importar cuál sea su condición.

Los detalles cotidianos, las minucias que desparramamos cada día de nuestra vida por la página del mundo en la que nos ha tocado habitar, suele decir más de uno que el más preciso retrato psicológico de tu personalidad.

En esto, como en tantas otras cosas, el gerente de Tussam, Carlos Arizaga, no es un ejemplo que digamos.

Las imágenes que acompañan este post (os pido disculpas por la baja calidad de las mismas), por muy increíble que parezca, pertenecen a una jornada de trabajo normal en Tussam. No se trata de un encuentro lúdico o de la fotografía del grupo para una orla universitaria, no. La secuencia me parece que habla por sí sola.

Resulta que la empresa organiza, en colaboración con la Correduría de Seguros Benjumea, un concurso para incentivar la buena conducción y reducir la siniestralidad entre los conductores de la plantilla denominado “Conductor 10”. El concurso en sí consiste en el sorteo de un regalo (este año era una Scooter marca Kimco, modelo Agility 50) entre aquellos conductores que no hubieran tenido ningún siniestro entre abril y noviembre de 2010. El sortero en cuestión se celebró en el salón de actos de la empresa el pasado 30 de diciembre. Hasta ahí todo de lo más normal.

Pero hete aquí que llega la hora de la entrega del premio y entonces Arizaga se monta este tinglado para más gloria personal. Entre las diez u once personas que se encuentran ahí, asistiendo al inmortal y decisivo momento en que el ínclito Arizaga efectúa la entrega del premio al conductor agraciado se encuentra casi todo el comité de dirección de la empresa y algún que otro correveidile. Con lo que cobran y como si no hubiera mejor cosa que hacer.

En este caso, como es para mayor loa al irrepetible, no importa la productividad, ni el aprovechamiento al máximo de la jornada de trabajo, ni nada por el estilo. Se trata de un acto para satisfacer la egolatría del que más manda y, para eso, todos los esfuerzos son pocos y no hay que reparar en dispendios.

El destino de la fotito en cuestión no es otro que ilustrar alguna página de esa hoja parroquial con más colores que la chaqueta de un payaso que ellos llaman eufemísticamente y con una gran dosis de mal gusto “boletín interno”. El engendro, para mayor gloria y boato también del lince de la gestión empresarial, nos cuesta la friolera de más de tres mil euros mensuales. Pero, como ya he dicho, todo esfuerzo es poco para que el gerente vea satisfecha su insaciable hambre de autobombo. Y es lógico, porque apenas puede presumir de otra cosa en lo que a gestión de la empresa se refiere. Propaganda a precio de oro para satisfacer el narcisismo del césar. Lo deberían establecer como lema de calidad para ese sacrificado camino a la excelencia en el que, según sus propias afirmaciones, nos encontramos sumergidos.

Y mientras tanto, lo gestores políticos de Tussam a otra cosa mariposa.



2 comentarios:

Enrique dijo...

Grego, no te preocupes por la calidad de las fotos, aunque fueran en color estarias retratando la españa del blanco y negro.
Salud amigo.

Gregorio Verdugo dijo...

Enrique: bien mirado, sí que parece de la España en blanco y negro.