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26 noviembre 2010

Los hijoputas y la justicia

Escribe hoy Ramón Lobo que “sobrevivir a un hijo de puta deja secuelas que tardan años en curarse, si es que se curan”. En eso, en España somos ya unos expertos, porque la cantidad de hideputas en el suelo patrio no sólo viene de lejos, sino que con el tiempo han proliferado con tal abundancia que las susodichas secuelas han pasado a formar parte de la cotidianeidad como algo de lo más normal.

Y desde luego la mejor manera de librarnos de los hijos de mala madre no es a base de idioteces, como propone Leire Pajín. Porque la idiotez, lejos de lo que se piensa, perpetúa las cabronadas y consigue otorgarles grado de impunidad.

Debería la ministra preocuparse mejor de que su propio partido, a la hora de tomar decisiones desde el gobierno, procure que la justicia en este país se imparta desde el rigor y el sentido común, buscando la equidad y el desarrollo de la convivencia y no desde un mantra religioso, oscuro e impenetrable, en el que dice la última palabra un señor que nadie ha visto, al que ningún ciudadano ha elegido y que nadie sabe dónde mora o habita.

Porque eso, señora ministra, es retrotraerse a los tiempos de las cavernas, precisamente las épocas históricas donde mas florecieron los hijos de puta.



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