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01 noviembre 2010

Condenados eternamente a la iniquidad

El 20 de noviembre de 1975, con apenas dieciocho añitos, me dirigía por la mañana temprano caminando al que fue mi primer trabajo, como todos los días. Era un trabajo atípico, porque no tenía contrato, ni estaba dado de alta en la seguridad social y el salario era como la migaja de pan que se arroja a una paloma del parque. En esto se ve que el tiempo tampoco cambia demasiado las cosas.

El hecho de acudir a pie cada día a trabajar se debía a que tardaba menos así que utilizando una compleja combinación de autobuses que resultaba bastante más lenta. En mi trayecto, me veía obligado a atravesar a diario el barrio del Polígono de San Pablo. Aquel día, aunque ya se llevaban semanas tratando el tema de la enfermedad del generalísimo en los medios de comunicación, me sorprendió en el mostrador de un quiosco de prensa en la calle Greco el famoso titular de última hora de ABC de SevillaFranco murió a las 4,40 de la madrugada” con el que el diario cerraba su portada.

Mi primera reacción a la noticia fue dar un salto de alegría, a pesar de que todavía suponía un riesgo enorme, y acelerar el paso para llegar al trabajo y enchufar la radio. Tenía muy claro que la desaparición del dictador significaba el principio de un nuevo y esperanzador futuro para mi país y el final de una intolerable dictadura que se había prolongado de manera incomprensible durante cuatro largas décadas.

Me temo que me equivoque bastante, porque las directrices para recorrer el camino necesario hacia las autopistas de la democracia se dictaron desde los designios del miedo. España tenía pavor a ser libre y también a restaurar la justicia que durante tanto tiempo se nos había negado. Los de siempre seguían estando donde siempre y el resto, en vez de exigir nuestros derechos abolidos miserablemente por la sinrazón, teníamos que suplicarlos como si de un favor se tratase.

A las víctimas del largo ocaso dictatorial se les empezó a exigir sacrificios dolorosos como tributo a la libertad que se avecinaba, si no querían que una vez más se repitiese la historia de siempre. Los partidos de izquierdas se vieron obligados a dar una espesa capa de barniz a sus postulados si querían tener un hueco en el nuevo panorama político que se adivinaba cercano. Las organizaciones de trabajadores, entonces clandestinas, también tuvieron que depositar la sangre de su cordero como ofrenda sagrada en la mesa del bien común.

Y todos lo hicieron con la ilusión de recuperar la añorada libertad para un país tras casi medio siglo de oscurantismo. Casi nadie, o muy pocos, se percataron que era la libertad misma quien estaba siendo sacrificada de forma inútil, porque ellos, los de siempre, continuaban haciendo lo mismo que habían venido haciendo hasta entonces y que siguen haciendo ahora, más de treinta años después.

El camino recorrido durante este largo período y las escasas ventajas conseguidas se tambalean ahora ante otro dictador peor aún que el expiró aquel día. Porque este es impersonal y no tiene rostro, pero acumula mucho más poder y es capaz de extender su manto de oscuridad y sumisión obligada al orbe entero.

Todos los sacrificios que dos generaciones enteras de españoles han realizado en aras del supuesto bienestar de la nación han quedado barridos por la nada tan sólo con una leve acometida de su imparable poder. Y ahora nos vemos decepcionados contemplando cómo personas que han trabajado y luchado durante toda su vida para dejar un mundo mejor a sus descendientes y que han vivido y sufrido esta etapa dolorosa de la historia del país flotan en la desilusión que provoca el sentirse, una vez más, engañados.

La derecha sigue siendo la misma, a lo suyo, y la izquierda descafeinada de entonces es ahora el mendigo acuclillado a las puertas de las catedrales del poder suplicando la migaja que le permita subsistir, aunque para ello tenga que lamer la mano del poderoso que se la arroja. Mientras tanto, las víctimas de los crímenes que el dictador cometió durante su prolongada vida continúan sepultados en las cunetas donde fueron arrojados y la justicia mutilada por la cizaña del miedo ancestral que su crueldad inoculó en nuestra sociedad. Aquel Estado de todos y para todos con el que alguna vez soñamos se derrumba imparable ante nuestras narices y amenaza seriamente con desaparecer, mientras de nuevo se instaura en nosotros aquella misma resignación de entonces, aquel desdichado qué le vamos a hacer.

Ésta es la terrible conclusión de una transición hacia la democracia que alguien se apresuró a adjetivar de modélica, cuando el tiempo y los hechos se han encargado de demostrar que no fue sino una monumental chapuza. Ahora estamos recogiendo sus tristes frutos. Parece como si este país estuviese condenado por una plaga desconocida a no poder avanzar jamás. Porque a poco que lo conseguimos, aún con el esfuerzo y el sacrificio de muchos y de valores fundamentales, alguien de los de siempre se encarga en el momento adecuado de echar el correspondiente freno, ése con el que nada tienen que hacer constituciones y leyes, para recordarnos que los españoles somos una estirpe condenada eternamente a la iniquidad.



12 comentarios:

Anónimo dijo...

Uns visión un tanto pesimista de la botella medio vacía, a la que se le puede enfrentar la de la medio llena de disfrutar de algunos derechos, aunque sean limitados, que con el dictador ni podían soñarse. Con todo, un gran relato conmemorativo de lo que aún está sin resolver: esa dictadura y sus crímenes impunes de toda responsabilidad, y con sus "cachorros" envalentonados.
Dan.

Gregorio Verdugo dijo...

Dan: a pesar de los pesares, y de haber vivido en primera persona los pocos avances conseguidos, sigo sin ver la botella medio llena. Para eso mejor como antes, que al menos todos teníamos muy claro contra qué luchar.

Cerote dijo...

Totalmente de acuerdo contigo. Lo acojonante es ver cómo ahora ese poder se adueña de las siglas de otros partidos -véase PSOE- para terminar metiéndonosla doblada igualmente.

Joder, ¡si hasta los de IU meten la mano en la caja! Como dices, los del pueblo nos conformamos con migajones. Y si me puedo pegar una mariscada, pues me la pego porque "los otros" también lo hacen.

La mejor dictadura no es la que emplea a un solo partido para hacer valer su poder, si no la que nos ofrece la ilsuión de poder elegir, la que ofrece varias siglas distintas a las que poder votar "libremente".

Gregorio Verdugo dijo...

Cerote: es la dictadura de la ilusión de poder elegir, amigo.

megustas dijo...

Transición modelica para los que querian que esto fuera solo un 'autoengaño'mientras nada cambiaba realmente, al menos no las cosas importantes como el saber pensar con libertad y tolerancia hacia lo diferente.
Precisamente vengo de acompañar a mis padres a un pequeño cementerio de un pequeño pueblo de catalunya, donde una lápida central reza los nombres de aquellos que murieron con 'honor' porque murieron matados por los rojos perdedores( el franquismo sí los enterró a ellos) y preguntandose estan aún los viejos del lugar cuando verán una lapida con palabras tambien de honor para los que murieron por ser rojos y que no son buscados ni sus nombres escritos en sobre los mármoles de aquel rincon, guerras crueles.
En fin, que este pais 30 años despues de empezar un camino nuevo tiene miedo a la libertad, al respeto y a la comprension de diferentes formas de pensar y de vivir, estoy desengañada de la izquierda y temo cada dia más a la derecha que ha aprovechado este tiempo para descansar y alimentarse. Aun así confío en los que aún creen en los cambios, ojalá no repitamos los errores
Qué bien expresas lo que sientes, jack.

Gregorio Verdugo dijo...

megustas: gracias, yo también espero que no nos volvamos a equivocar jamás.

Anónimo dijo...

Los historiadores, salvo algunos que se circunscriben a lo que se denomina historia del presente, un oximoron porque si es presente no puede ser historico, esa es mi opinion pero hay quien tiene otra distinta, suelen decir que para analizar un determinado contexto hay que mirarlo al menos con dos generaciones por medio. Seguro que los constitucionalistas de 1812 veian en su carta magna un enorme avance respecto al regimen absolutista que imperaba de la mano de ese rey felon llamado Fernando VII, por cierto en sevilla las farolas del casco histotico todas tienen grabado que son fernandinas. El mismo que despues masacró a los afrancesados y nos metió en una guerra civil en la que todavía hoy, doy fe de ello porque lo he visto, permanecen los rescoldos del carlismo ocupando el espacio urbano. Pues bien, a pesar de que aquella carta magna mantenia que la religión oficial del estado era la catolica, por ejemplo, se dió un enorme paso en tolerar otras confesiones. Visto con la perspectiva de 200 años podemos analazar sus consecuencias. Si fue mejor o peor o si no tuvo ningun efecto en la sociedad de la epoca. ¿ Tuvieron las organizaciones de izquierda, partidos y sindicatos, que ceder ante quienes ostentaban el poder? Sin duda, pero no sólo dependia de ellos dar otro rumbo al estado español. Solo dos apuntes que diacronicamente suceden; crisis petrolera por los efectos de la guerra de los seis dias y Marruecos invade el sahara. ¿Estaba la izquierda patria tan loca como para volver a hacer una revolucion en medio de una crisis economica y de un problema fronterizo con nuestro vecino del sur? existen mas elementos a tener en cuenta que afectaron a las negociaciones cosntitucionales pero seguro que no hay tiempo para ello. Esta claro que no es lo que muchos hubieramos deseado, pero la historia no puede analizarse sólo a 30 años vista, porque los que estuvieron en la negociacion, los de izquierda, no se merecen que se les juzgue con tanta rapidez, esperemos al menos dos generaciones y aportemos cada uno nuestro grano de arena, pues si algo te enseña la historia es que antes que tu, ha habido otros que querian cambiar el mundo, pero pocos los han conseguido, aunque sus actos siempre han tenido consecuencias.

Gregorio Verdugo dijo...

Anónimo: comprendo muchos de tus argumentos y algunos los comparto -la situación no era nada fácil-, pero no se trataba de hacer una revolución, sino de implantar un Estado de Derecho en condiciones y ahí, querido amigo, se quedaron cortos. Sin menospreciar su labor, que fue importante y digna de ser recordada, me parece que tampoco era nada del otro mundo, la sociedad española lo necesitaba más que ninguna, lo reclamaba y era el momento adecuado para hacer ciertos ajustes que después no se han podido hacer. Si había que implantar una nueva legalidad, era imposible o impostado, como así ha sido, implantarla desde la impunidad de los delincuentes. Eso también es negar la Historia, algo que no creo que fuese lo más adecuado ni en aquel ni en ningún otro momento.

Anónimo dijo...

Exacto, no podemos ni debemos negar la Historia, incluso aquella que hizo tanto daño a miles de seres humanos. ¿ Porqué mantenemos en el museo del Prado la pintura de Goya de la familia de Carlos IV cuando fue, junto a su hijo uno de los mayores traidores a este pais? Dicen que por motivos artistico, y yo estoy convencido de ello.No debemos destruir lo que hemos sido porque es la enseñanza que nuestros jovenes aprender. Sería facil enviar dos F18 al Valle de los Caidos y hacerlo desaparecer, pero eso solo nos convertiría en vengadores y no aportaría nada a la sociedad. Debemos resarcir a quienes lucharon por la libertad de este pais, pero reconociendo tambien que los hombres hacen en cada epoca lo que pueden, no lo que les gustaría. Dices que al implantar el Estado de Derecho se quedaron cortos, es posible, siempre se puede ir mas allá, pero la Portugal de la rvolucion de los claveles no tiene un estado de derecho más amplio, ni la grecia posgolpista. En esos momentos, años 70, la guerra fria, estaba en su momento algido y los procesos involutivos son mas faciles de ejecutar que los evolutivos.

Gregorio Verdugo dijo...

Anónimo: lo que dices sólo pone en evidencia una cosa: la izquierda debe replantearse las cosas que ha venido haciendo hasta ahora. Si avanzamos para después retroceder, ¿de qué nos vale? Ya sé que no es nada fácil convencer sin imponer, pero también sé que no se puede convencer ocultando las cosas. No se trata de hacer desparecer el pasado, sino de explicarlo. Pero hay que hacerlo desde la verdad. Es la única posibilidad que tenemos de aprender de verdad. El Valle de los Caídos debe permanecer ahí, pero con otros usos a los actuales y, por supuesto, como parte de la memoria histórica de todos, no sólo de los vencedores. Si enfocamos nuestra historia desde ese punto de vista igual damos pasos adelante, si no lo hacemos permaneceremos siempre en el limbo y además privaremos a las generaciones venideras de un conocimiento vital para continuar creciendo como sociedad.

Anónimo dijo...

No obstante, yo veo una diferencia sustancial, Jack: hoy no me encarcelan ni me fusilan por opinar, antes sí; hoy puedo echar al mandatario de turno con un voto, antes no; hoy tengo posibilidades de acceso a otras versiones, antes sólo al parte nacional; hoy existe un Estado social y democrático de Derecho que, con todas sus imperfecciones, me reconoce derechos, antes simplemente era súbdito; antes no me aceptaban como homosexual, hoy puedo intentarlo; el único matrimonio antes era eclesiástico y heterosexual, hoy hay más "variedad"; ante era un paria en Europa, hoy soy miembro de la UE, etc. También es verdad que antes era jóven y ahora soy un desilusionado con canas. Las arrugas en la mirada diminuyen su brillo y los convierten en escépticos. Un abrazo, socio.

Gregorio Verdugo dijo...

Anónimo: me encanta la forma en que has descrito la botella medio llena, porque tienes toda la razón. Aún así, es más necesario que nunca no quedarnos ahí y terminar de llenarla.
Otro abrazo.