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31 octubre 2010

La hora de los renegados en Tussam

Ocurre siempre que un barco amenaza con irse a pique, que las ratas son las primeras en invadir la cubierta buscando desesperadas una tabla de salvación. Sólo que ahora las ratas alfombran con sus oleadas interminables los pasillos y las moquetas de las plantas nobles de Tussam, buscando un agujero donde esconder sus miserias.

El hecho de que ya todos den por segura la más temprana que tardía salida de Arizaga de la dirección de la empresa ha encendido todas las alarmas en los profesionales del alabo fácil y el medrar a costa de los demás, y ya pululan por los recónditos rincones, exhibiendo sus vergüenzas y tratando de buscar cobijo seguro hasta que la marea se calme.

Hasta los perros, que mueren fieles defendiendo al amo, son más dignos de respeto que esta pléyade de fantasmas y estómagos agradecidos, cuya única preocupación ahora es esperar con paciencia de monje a que les designen cuál es el nuevo culo que tendrán que lamer a partir de ahora. Porque la práctica de la lamedura es el pilar sobre el que estos seres desgraciados construyen su día a día, sin importarles en absoluto dejar por el camino los jirones deshechos de su dignidad.

Ahora ya de nada valen las palmaditas en la espalda al mandamás, las vejaciones soportadas incomprensiblemente, el sí señor a toda costa ante el desprecio del superior, o el plegarse sumisos a los caprichos del amo, a pesar de que estos la mayoría de las veces están fuera de las obligaciones contractuales. Ahora ya de nada vale el honor, incluido el familiar, arrasado y tirado en una cuneta cualquiera con tal de cobrar dos migajas más de pan que los demás. Ahora toca buscar otro perro que les ladre, porque el actual pronto dejará de hacerlo y ya no puede rentabilizarse más. Borrón y cuenta nueva, como siempre.

Pero ellos seguirán siempre siendo los mismos, anegados en sus particulares lodazales de miseria. Los encargados de amortiguar las luchas legítimas de sus compañeros con tal de conseguir el favor particular del tirano, de fabricar leyendas embusteras sobre quienes ellos creen que pueden hacerles sombra y postergarlos al olvido con tal de mantener su lugar de privilegio en la cola de los lametones. Los que se alegran de las desgracias ajenas porque son el mejor humus con el que alimentar su ambición sin límites. Son la carne de cañón que necesita el cacique para imponer su reinado de miedo y represión, la deshonra de la empresa, los más prescindibles y, sin embargo, los que más seguro lo tienen. Así de injusta es la vida.

Y han pasado muchas veces por situaciones similares. Por eso saben mejor que nadie que ahora lo que toca es nadar y salvar la ropa. Para que esté disponible e impecable cuando se tengan que presentar ante su nuevo dueño a ofrecerles sus servicios impagables. Porque ellos son así, inmunes al desaliento, sabedores que no tienen otra cosa que ofrecer y que, a falta de otra utilidad, la humillación puede ser el mejor camino para conseguir llevar un chusco de pan a casa.



4 comentarios:

luis dijo...

Más alto puede, pero mas claro no.
A cada cerdo le llega su san Martin, aunque perros de cortijo siempre ha habido.Viva la libertad de expresión y el periodismo sin miedos.tu valor me hace sentirme libre, gracias.

Gregorio Verdugo dijo...

Luis: muchas gracias.

Anónimo dijo...

GENIAL JACK. SIN DUDA ALGUNA A CADA UNO LE VIENE COMO ANILLO AL DEDO. PERO JACK ÉSTAS COSAS, ELLOS LO SABEN Y SUS TRIPAS LO SOPORTAN.

CUIDATE GREGO.

Gregorio Verdugo dijo...

Anónimo: por eso lo escribo precisamente, porque nadie mejor que ellos lo saben y nadie mejor que sus tripas para saber cómo lo soportan.