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31 octubre 2010

La campaña apaga fuegos de Juan Espadas

A Juan Espadas, su partido más que hacerle un gran honor parece que lo ha sometido a un castigo cruento, en especial por la complicación extraordinaria de la campaña electoral que tiene por delante el candidato socialista a la alcaldía de Sevilla.

Si difícil lo tenía Espadas, dado el acendrado desencanto entre los votantes habituales de su partido y el escaso conocimiento público que se tenía de su persona, ahora la cosa parece complicarse hasta el infinito por las constantes ocasiones en las que se le requiere como apaga fuegos de los incendios que se encargan de avivar otros.

Pero Espadas no es ningún mago y no puede convertir la nada en un cuerno de la abundancia de la noche a la mañana. De ahí que su mayor preocupación sea el que pueda darse un alto índice de abstención, que es lo que suele ocurrir cuando entre los votantes de la izquierda anida la decepción a causa de que no se han visto colmadas sus expectativas durante un período prolongado de gestión de los suyos, como ha ocurrido en Sevilla.

El legado que Monteseirín deja a Espadas es tan nefasto que hace el objetivo tan imposible como intentar ganar una partida de naipes sin tener ni si quiera un as con el que farolear. Es indudable que nadie, y mucho menos sus votantes, va a profundizar en de dónde piensa Zoido sacar el dinero necesario para cuanto promete. Su capacidad de gestión todavía no ha sufrido ninguna evaluación, lo que supone una indudable ventaja.

Sin embargo, es igual de inverosímil que quienes votan socialista se olviden de la gestión del anterior alcalde cuando se le presenten las propuestas del nuevo candidato, que tiene por delante la difícil tarea de rentabilizar lo positivo de la gestión de su antecesor en una situación tan complicada, en la que los árboles son tan altos que hacen imposible incluso imaginar que detrás existe un bosque. Alimentar la esperanza de ese sector de la población es una las tareas más ingentes que tiene por delante Juan Espadas.

Y la cosa no se presenta fácil, porque la situación parece enmarañarse a medida que transcurre el tiempo. Mientras Espadas perfila su modelo e intenta explicarlo allá a donde va, la actuación del equipo de gobierno en el Ayuntamiento y el desarrollo de los acontecimientos parecen empeñados en postergar a las sombras ese afán de notoriedad necesario para enfrentar un envite electoral de la importancia de las municipales en la capital andaluza.

La situación política y económica de la casa consistorial no parecen las más adecuadas para que la obligada labor de apaga fuegos del candidato sea cuanto menos creíble. De ello se ha encargado con ahínco su predecesor con los sucesivos escándalos que han puesto de manifiesto ante todos los sevillanos que difícilmente puede hacerse peor. Si a esto se le suman los estragos de la crisis económica, el incendio tiene todos los visos de continuar creciendo hasta vete a saber dónde.

El horizonte que se vislumbra no puede ser más desalentador. Las empresas municipales, antes emblema de la gestión consistorial, andan todas abrazadas a la ruina y la inoperatividad, debido fundamentalmente a una gestión irresponsable que responde a intereses radicalmente contrarios a su viabilidad, mientras colectivos enteros de trabajadores viven con la angustia de tener su futuro suspendido en el aire como consecuencia de dicha situación.

Además se corre el peligro cada vez más evidente de afrontar la campaña electoral con un elevado número de imputaciones en el entorno del alcalde y del equipo de gobierno que lo sustenta y que ello pueda tener una incidencia nefasta en el resultado final.

A los ya imputados Fernando Mellet, Daniel Ponce, Antonio Rivas, Domingo Castaño y Gonzalo Crespo, se ha sumado ahora el todo poderoso Manuel Marchena, hombre fuerte del alcalde desde los tiempos de la Diputación y responsable directo de las empresas municipales. Además planea la sombra de la comparecencia que tendrá que hacer Antonio Rodrigo Torrijos en el juzgado por el caso Mercasevilla, aunque todavía se desconoce en calidad de qué. El cerco judicial puede ser, sin duda, una de las bazas más fuertes a jugar en la inminente campaña.

Con semejante panorama, complicado lo tiene Espadas para diseñar una estrategia diferencial que le salve de las más que previsibles salpicaduras. Ya no valen los matices diferenciadores para poner cierta tierra de por medio. Ahora es más necesario que nunca un ejercicio responsable de autocrítica que condene lo que se ha hecho mal sin medias tintas, la elaboración y puesta en marcha de mecanismos que impidan que vuelva a repetirse e ir a explicarlos dando la cara a la ciudadanía. Porque, parafraseando a Borges, para ver una cosa antes hay que comprenderla. Y la comprensión, además de muchas explicaciones, requiere de un tiempo para asentarse, que en este caso es el bien más escaso.



2 comentarios:

Unknown dijo...

No te quito la razón, pero veo demasiado pesimismo en tu análisis.

Gregorio Verdugo dijo...

Miguel Ángel: puede que sea así, razones para ello hay de sobras. Pero me parece injusto la encrucijada en la que han metido a este hombre por causas totalmente ajenas a su voluntad. Es una pena que tengan mucho más eco mediático los desastres del actual equipo de gobierno, con Monteseirín a la cabeza, que las propuestas que hace Espadas, pero esto es así. Tendrá que aprender a moverse entre esas aguas y no es fácil. Sé que tiene fama de buen gestor y de hombre sencillo y trabajador. Creo que por ahí puede haber una puerta a la esperanza. Pero ha de bajar a la calle, a los problemas cotidianos y explicarlos "a pie de obra" para ser creíble. Supongo que está en ello, pero si no se hace ese ejercicio de autocrítica se perderá credibilidad y por tanto posibilidades. Espadas debe ser algo distinto y diferente, yo opino que radicalmente diferente, pero además debe parecerlo. Y es ahí donde hay un gran trabajo por hacer.