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18 octubre 2010

En Sevilla ya huele... a municipales


En Sevilla ya huele... a municipales. En realidad el olor se extiende por la ciudad desde hace tiempo, pero en estos días se hace más intenso y palmario, como el azahar en primavera. La vida política de Sevilla es como el aleph borgiano, el punto del espacio que contiene todos los puntos, todos los lugares del orbe vistos desde todos los ángulos.

Donde más habas cuecen es en las filas socialistas, porque tal y como están las cosas se les avecina una campaña cuanto menos ruidosa. Tanto es así que, tras el abucheo de ayer al alcalde en la inauguración de la restaurada Plaza de España, y con el eco de fondo del mismo recibimiento a Zapatero durante los actos del día de las Fuerzas Armadas, ya se está lanzando el globo sonda en forma de debate de si hay que permitir o no los abucheos a los cargos públicos. Los señores están molestos con esa manía de mal gusto que tienen los ciudadanos de increparles cuando lo que hacen no les convence.

Por lo visto pretenden convertir esta democracia de cortos vuelos en una democracia de agua y ajo; no sólo te tienes que aguantar con que la democracia se limite exclusivamente a depositar una papeletita en una urna cada cuatro años y luego si te vi no me acuerdo, sino que encima te tienes que callar y joderte, porque ya se te cuestiona hasta el derecho a protestar. Seguramente porque en los escasos emolumentos que cobran nuestras señorías y nuestros alcaldes no debe ir incluido el deber de aguantar la bronca a pecho descubierto.

La cara de Monteseirín durante la inauguración lo decía todo. No sólo por la espectacular pitada, seguramente también porque últimamente pone un circo y le crecen los enanos. A este hombre se le tuerce todo con tanta asiduidad que ya cuesta hasta creerse tal capacidad de torpeza.

El plan de aparcamientos disuasorios de la ciudad, que supuestamente debería estar finalizado antes de que se restrinja el tráfico al centro, se ha derrumbado como un castillo de naipes para mayor gloria de su eficaz gestor, el delegado de movilidad Fran Fernández, ése mismo que tiene hundida en la ruina a Tussam. Hasta tal punto es así que incluso su socio de gobierno, Izquierda Unida, ha tenido que desvincularse del proyecto y reconocer que ha sido un gran fallo de gestión. Y lo peor de todo no es que lo haga por la inmediatez de las elecciones municipales y porque sea necesario diferenciar con claridad las opciones políticas, que también, sino porque lo dicta el sentido común.

Para colmo de los colmos, y como ya hemos explicado aquí en más de una ocasión, Monteseirín no deja de ser un quebradero permanente de cabeza para su partido y para esa casi imposible tarea de afrontar las municipales con una mínima garantía de éxito. De nuevo el caso Mercasevilla vuelve a causarle dolores de cabeza al regidor. Esta vez la jueza investiga el contrato-programa del alcalde con el club Patín Macarena con la sombra de la financiación ilegal del partido revoloteando por los cielos otoñales de la ciudad, cuando todavía no se han disipado los ecos de las nuevas facturas falsas aparecidas en el Distrito Este.

Y como nunca viene sola una cucharada de sopa, a renglón seguido la segunda; las setas y su entorno no dejan de ocasionar problemas y pronunciamientos contrarios. Durante este fin de semana han saltado a la opinión pública los contratos que la empresa constructora Sacyr quiere que firmen los placeros de La Encarnación. Si esto no es un proceso de gentrificación alguien debería explicarlo con detalle.

Con estas mimbres, muy difícil lo tiene Juan Espadas para hacer un cesto, por mucho paraguas que le cubra de la intemperie y por muchos matices que intente poner para diferenciarse. Sobre todo cuando las propias filas socialistas están tan susceptibles que hasta una simple foto es capaz de provocar una estampida.

Haría bien Espadas en recordarle al alcalde aquello que escribió Borges de que el hombre olvida que es un muerto que habla con muertos. Porque a este ritmo puede que el muerto político sea él aún antes de recibir el bautismo.



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