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10 agosto 2010

La sordera irreversible del gerente de Tussam

Cuenta Luis Cotán hoy en Diario de Sevilla que los vecinos de Sevilla Este andan tela de cabreados con el transporte público de la ciudad. En concreto, se quejan del pésimo servicio que ofrece Tussam a la barriada más extensa y con mayor población de Sevilla y de que la futura Línea 2 del metro tampoco cubrirá con efectividad sus necesidades de movilidad.

Me parece cuanto menos patético que clientes habituales de la empresa municipal de transportes urbanos de la ciudad sufran casos como los que siguen a continuación, entre otras cosas porque quienes conocemos bien la empresa sabemos mejor que nadie que nos les falta en absoluto la razón.

Estos son sólo dos ejemplos de una realidad que se repite a diario sin que nadie de la dirección de Tussam ni del Ayuntamiento parezcan preocuparse un ápice en solucionar:

Mercedes Domínguez, una mujer que ha vivido 25 años en Sevilla Este, coge todos los días la línea 27 de Tussam para ir desde Ponce de León hasta este barrio. Aunque la empresa de transporte público asegura que dicho autobús realiza su recorrido en 25 minutos, este periódico pudo comprobar ayer a las 12:00 que esta línea, y sin apenas tráfico, tardó 45 minutos en realizar su trayecto, un tiempo que podría superar la hora en invierno debido a los atascos habituales por la falta de carril bus.

La línea 22, que conecta Sevilla Este con el Prado, tardó ayer a las 13:00, 36 minutos en llegar de un punto a otro, aunque algunas personas que lo cogen a menudo para ir al centro se quejan de sus servicios. "El 22 tarda horrores porque entre un autobús y otro casi siempre tengo que esperar media hora", afirma Diego Durán, quien opina que se deberían crear dos líneas más para dar servicio a Sevilla Este. Este vecino tiene que ir cada día al centro de la ciudad, por lo que muchas veces coge la línea 22 y se baja en la Gran Plaza, desde donde accede al Metro: "Esto es lo que seguiré haciendo cuando exista la línea 2 del Metro", declara Diego, quien asegura que de esta forma llegará antes a su destino que haciendo dos transbordos: "Se nota que los que han diseñado los trayectos no cogen ni el Metro ni el autobús".

Si éste es el “camino a la excelencia” del que tanto alardea ese lince de la gestión empresarial llamado Arizaga, poco futuro, si no ninguno, vislumbro a la compañía de transporte público.

Se supone que somos una empresa de servicio público, que nuestra principal misión es atender a las necesidades del ciudadano para satisfacerlas eficazmente. Pero aquí se ha implantado una política desde hace años que consiste en más de lo mismo.

Ante los mismos problemas que se reiteran una y otra vez, se ofrecen las mismas e insuficientes soluciones, cuando no se empeoran considerablemente, en virtud de una política de gestión que parece sólo interesada en incrementar el nivel de ingresos por medio del aumento del sistema de tarifas y el recorte de las prestaciones sociales a trabajadores y usuarios. Un camino que está demostrado que no conduce a ningún sitio.

Política ésta impulsada y defendida a ultranza por una directiva de ultratumba que se niega a aceptar la realidad, parapetada tras unos sueldos y prebendas de emperador romano. Ante tan aplastante obviedad, tratarán de desviar la atención aduciendo que si los costes sociales, los gastos de personal, y bla bla bla. Pero lo cierto es que los costes sociales no han variado desde enero de 2009 y el servicio sigue siendo igual de pésimo, a pesar de lo que digan las manipuladas encuestas de satisfacción del cliente.

No se ha hecho nada por mejorar la situación de personas como las que se manifiestan en el artículo, entre otras cosas porque quizás no hay capacidad para hacerlo. Y dudo mucho que cualquier empresa en el mundo sea capaz de sobrevivir cuando se ve imposibilitada para cubrir las necesidades que le exigen sus clientes.

Esa es la voz de quienes usan a diario el servicio que proporciona Tussam, no nos engañemos. Es la voz de quienes tenemos que satisfacer con nuestro trabajo y, por ende, es la voz que la directiva de la empresa se niega por sistema a escuchar; la de los que llevan años clamando en el desierto.

Ahora culpen de nuevo a los trabajadores, al tráfico, a la insuficiencia de los carriles bus y al rosario de la aurora. Pero quien no sabe escuchar rara vez es capaz de aportar una solución válida y viable. Y el ínclito Arizaga hace ya mucho tiempo que padece de sordera aguda.



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