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18 mayo 2010

Eufemismos en la política en tiempos de crisis

En tiempos de crisis, la política suele verse inundada de eufemismos. En el caso de la anómala situación de la alcaldía de Sevilla no iba a ser menos.

Griñán asegura que se podría hacer “una nominación in pectore”, de acuerdo con la ejecutiva federal, del que todo el mundo da ya por futuro candidato a alcalde, Juan Espadas. A Espadas debe ocurrirle algo parecido a aquel que lo llevaba escrito en la frente y no quería o podía reconocerlo nunca. Todo el mundo lo veía como lo que era menos él mismo.

De la misma manera, el recién estrenado vicepresidente de Tussam, Juan Ramón Troncoso, se saca de la manga una consulta al ejecutivo central sobre la afectación de los recortes anunciados por Zapatero a la empresa que dirige. Igual mañana solicita que sea una decisión consensuada del consejo de ministros la que le aclare las ideas, ya que no le bastan las palabras pronunciadas por toda una Vicepresidenta Primera del Gobierno.

Y en la misma onda se muestra Antonio Rodrigo Torrijos, primer teniente de alcalde de Sevilla, que ha amagado con una moción en el próximo pleno municipal sobre la naturaleza pública de Tussam que podría “escenificar” divergencias entre los grupos municipales que gobiernan la ciudad. Claro que a Torrijos como los eufemismos no es que se le den de lujo precisamente, le ha faltado tiempo para decir que esto no significa que se vaya a romper el pacto de gobierno, ése que esgrimirá durante el transcurso del pleno aduciendo que recoge el mantenimiento a toda costa de las empresas públicas. Faltaría más.

Pero sin suda es Zapatero, ese líder de izquierdas que no se atreve a adoptar las medidas progresistas que impulsan sí ponen en marcha los líderes de la derecha europea, el que rompe la pana en ese terco afán de renombrar las cosas que todos conocemos por su nombre, como las subidas de impuestos izquierdistas, o esa forma sutil que tiene de no llevar a cabo recortes sociales implantando a la par el mayor de la historia sufrido por este país.

Eso por no mencionar los estrangulamientos sistemáticos a los que somete al lenguaje esa precoz académica llamada María Dolores de Cospedal, que entretiene su tiempo ejerciendo de Secretaria General del Partido Porpular en tanto le acondionan adecuadamente el sillón en el edificio de la calle Felipe IV.

Tanto se ha abusado de la manía, que en ocasiones me ha traído a la memoria aquel formidable pasaje de Cien años de soledad en el que los habitantes de Macondo, aplastados por la plaga del olvido, tenían que nombrar de nuevo las cosas a su paso y escribirles encima el nuevo nombre con un hisopo para no volver a olvidarlo.

Cuenta Enric González que a Noam Chomsky, durante el interrogatorio al que fue sometido en la frontera del puente Allenby cuando trataba de entrar en Israel el domingo pasado, el oficial de fronteras encargado del mismo le aseguró que sus opiniones no gustaban nada al Gobierno.

Chomsky le respondió sin inmutarse que sus opiniones no gustaban a ningún Gobierno. Porque, puestos a hacer juegos de palabras, la mejor gloria es conseguir el sagrado logro de ser todo un toca pelotas. Sobre todo si corren tiempos en los que los ciudadanos más necesitan un lenguaje preciso y diáfano que les haga hacerse una idea del lodazal inmenso donde se encuentran sumergidos.



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