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02 marzo 2010

Una noche cualquiera en Sevilla


A medida que se aproxima la primavera, no tienes más que salir de tu casa para ir a tomarte una cerveza al bar de siempre, ése que no quieres que te cierren ni a tiros, para que te encuentres con una pléyade de tipos forzudos y sudorosos paseando vigas de hierro por las calles oscuras con el paso acompasado a los sones de la música que fluye de un casete.

Ya están cerca las fiestas grandes de Sevilla y se nota.



6 comentarios:

Enrique dijo...

Cuando dejaran de llamar grande a una manifestación de valores de una parte de la sociedad que festeja la muerte de su Cristo. Que lastima de fuerza derrochada, que pena de esfuerzo para nada, que sacrificio más inocuo. Qué pena tan grande arrastra y pasea este pueblo que solo pone esperanza en lo que le amordaza y reprime. Sera que en primavera la sangre pide sangre. Salud Grego.

Anónimo dijo...

Como toda tradición, forma parte de una cultura que, dependiendo de nosotros mismos, sirve para alienarnos como individuos, homologándonos, o darnos criterios para liberarnos. Insisto: depende de nosotros. Yo, por ejemplo, no asisto a procesiones (¿estaré alienado?), pero respeto a quienes lo hacen (¿estarán emancipados?).
Dan

megustas dijo...

Es la primera vez que veo lo que sucede debajo del manton y sabes lo primero que he pensado? pues me ha recordado a los que llevaban piedras para las piramides, o las catedrales. he pensado que esta tradición tan bestia (no critico las tradiciones porque existen porque la gente quiere mantenerlas en su tierra y son respetables) me sugiere que los santos y los dioses o sea las religiones, caen con todo el peso sobre las espaldas del pueblo, o sea sacrificio, esfuerzo, dolor y ... ¿fe??? Donde apoyan los hierros? ¿en los hombros?

Gregorio Verdugo dijo...

Enrique: Será eso, o el peso de tantos años de mordaza y represión.

Gregorio Verdugo dijo...

Dan: el respeto es lo que al final cuenta, aunque se compartan o no las creencias.

Gregorio Verdugo dijo...

megustas: los hierros los apoyan en esa especie de saco que llevan en la cabeza y que se llama costal.