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27 febrero 2010

Cervantes se quedó corto

Hay algo en la trama de este cuento que no cuadra. El desaguisado de las cuentas en el que nos encontramos extraviados sin esperanza de salida lo provocan unos cuantos listillos a los que se les facilita infinidad de ayuda sin límite de fondos para que continúen haciendo lo mismo sin inmutarse, no vaya a ser que a alguien le dé por albergar esperanzas de que existe la más mínima posibilidad de que el tinglado este pueda cambiar algún día.

Sin embargo, a la hora de pagar sus nefastas consecuencias, todos contra el fuego. Incluso se monta una campaña de 4,6 millones de euros para introducir con calzador en las mentes de los de a pie que “esto sólo lo arreglamos entre todos”. Es un ejemplo estupendo de cómo una culpa individual puede redimirse a través del arrepentimiento colectivo.

Íñigo Sáenz de Urgate lo dibuja que ni pintado en su blog:

“Oh, no. Ya lo veo venir. El consenso. El remedio mágico que todo lo cura. La piedra filosofal que fue un acierto hace muchos años en circunstancias completamente diferentes, y que todavía conserva su mística. Cuando hay un problema que no encuentra solución, en España siempre se apela a la búsqueda del consenso. Una forma estupenda de dejar todo para mañana. A fin de cuentas, el consenso es algo difícil de alcanzar. Ya se nos ocurrirá algo mientras tanto.

¿No será mejor que los que mandan tomen una decisión y no la cambien al día siguiente?”

Y acto seguido, como en una reacción en cadena, todos a disfrutar del mantra del optimismo, teledirigidos por una docena de famosos que no han de enfrentarse cada fin de mes a la insoportable monotonía de tener que convencer al director de tu banco de que sí hombre, que las deudas se pueden saldar a base de optimismo.

Está claro que, aunque parezca increíble, Cervantes se quedó corto.



2 comentarios:

Paco Fombella Ibarz dijo...

Mis aplausos para tu post y el de Íñigo Sáenz de Urgate.

Gregorio Verdugo dijo...

Muchas gracias, Paco.